Ella podrá tener cualquier edad; ser una colegiala, una joven madre, una profesional admirable, una esposa ejemplar o una digna abuela. Puede llevar por nombre Rosa, Ana María, Elena…o ser simplemente de esas mujeres que han perdido a su familia, debido a la impotencia para controlar la bebida.
Conocido como “Síndrome de dependencia del alcohol” el alcoholismo se caracteriza en el hombre o la mujer por la necesidad compulsiva de beber; la pérdida del control de su consumo; la dependencia física (vómitos, sudor, temblores, ansiedad) y la necesidad de aumentar la cantidad ingerida para sentirse hastiado, enajenado, endrogado.
Las mujeres beben desde tiempos inmemoriales, pero en las últimas décadas ha aumentado el número de bebedoras, algunas dicen: “ que han cambiado los tiempos”, sin embargo, al igual que su familia no enfrenta su realidad ni las consecuencias de su enfermedad, unas por vergüenza, otras por que aunque se deciden de manera tardía, acudir al médico, en muchos de los casos, no se puede precisar un diagnóstico certero de la enfermedad debido a la asociación de ésta con otras patologías.
En la mujer alcohólica, se señalan antecedentes de trastornos psicopatológicos diversos: el consumo excesivo a partir de un evento importante, la tendencia al consumo de otras drogas, al abuso de psicofármacos, el establecimiento de relaciones de pareja con alcohólicos. Dicho proceso de alcoholización es extremadamente rápido lo cual trae consigo la aparición temprana de complicaciones neuropsiquiátricas, hepatopatias, psicosis, pérdida de la memoria y demencia alcohólica, además de la repercusión en las responsabilidades laborales, lo cual genera estrés, decepciones, amistades negativas, soledad e incluso la baja autoestima..
Son muchas las causas por las que las mujeres se convierten en alcohólicas. Apuntan los problemas laborales, conyugales, los maltratos, la soledad…, y esto trae consigo que ellas busquen en la bebida una salida para olvidar sus problemas, es cuando se deprimen con facilidad, y entonces son descubiertas cuando ya su estado físico y mental están completamente deteriorados.
Estas son entre otras, las razones por las cuales en la mayoría de los casos, las enfermas, presionadas por los propios hijos, acuden a consultas en busca de tratamiento, en tanto algunos esposos temen al ridículo delante de sus amigos por tener una esposa enferma. Entonces beben a escondidas y ocultan su estado, es notorio que mientras un borracho constituye el centro de risas entre amigos, una mujer encuentra no encuentra más que el desprecio, piropos nada agradables y un comportamiento que, equivocadamente, lleva implícito una insinuación sexual.
Investigadores de la enfermedad, admiten que “para pasarse de copas”, nada importa si es un problema de “ellas o de ellos”, porque tanto hombres como mujeres son enfermos nada exentos de similar patología. Para las bebedoras, es difícil aceptar su condición de alcohólicas, y esto trae consigo que muchas se distancien de las instituciones médicas y sociales. Más deben imponerse, saltar por encima de los prejuicios y acercarse a los Centros Comunitarios de Salud Mental y Casas de Orientación de la Mujer y la Familia para recibir las orientaciones pertinentes en cuanto al tratamiento médico que deben de asimilar.
Las etiquetas de las botellas no prohiben a las mujeres ingerir bebidas alcohólicas. Por ello, es preocupante cómo en las últimas décadas ha aumentado el número de bebedoras, además de convertirse en diana de prejuicios sociales que no suelen jamás rozar a los hombres. Nada, amigo lector, que al final del trayecto, no importa si el mal de ellas es el de beber oculto o en público, para que Baco le ajuste las cuentas si ellas se pasan de copas.