Era el amanecer del 8 de mayo de 1935. Asediado por las fuerzas represivas, el líder antiimperialista Antonio Guiteras, el venezolano Carlos Aponte y un grupo de combatientes revolucionarios, buscaron refugio en El Morrillo, fuerte situado en la costa norte de la provincia de Matanzas. Allí, esperarían la nave que los llevaría al exilio, pero el mal tiempo imposibilitó su salida.
Antonio Guiteras Holmes, había nacido en Filadelfia en 1906, pero su familia se establece en la primera década del siglo XX en la ciudad de Pinar del Río. Ingresa en la Facultad de Farmacia de la Universidad de La Habana. De sus padres recibió una educación que luego influyó en el desempeño de su vida política en el país. Elocuente fue su participación en el Directorio Estudiantil Revolucionario, contra la prórroga de poderes para frenar el aplazamiento del brutal régimen de Gerardo Machado.
Destronada la dictadura Machadista, el 12 de agosto de 1933, Guiteras asume la Secretaría de Gobernación en el llamado Gobierno de los 100 días. Así, se convertiría Guiteras en el exponente más radical del heterogéneo gabinete al proclamar un conjunto de leyes y disposiciones de gran impacto social, tales como: el establecimiento de salarios fijos, la aplicación de la jornada de ocho horas en la industria azucarera, la rebaja del precio de artículos de primera necesidad y la legalización de los sindicatos.
La más elemental de aquellas disposiciones, fue la intervención el 14 de enero de la mal llamada Compañía Cubana de Electricidad y la reducción del 45 por ciento en el precio de sus tarifas. Claro, tal providencia no simpatizó a los yanquis pues lesionaba directamente sus bolsillos.
Debido a sus actividades revolucionarias en contra de la dictadura, para Guiteras fue inevitable el clandestinaje. Entonces fundó la Joven Cuba y mientras no perdía de vista los preparativos de su marcha para México, desde donde pensaba venir más adelante con la finalidad de crear un foco guerrillero en Oriente, conoció al venezolano Carlos Aponte, uno los escogidos por él para que le acompañaran.
Ya estaba todo dispuesto para la salida hacia México de Antonio Guiteras, sin embargo, junto a Carlos Aponte, fueron sorprendidos por sicarios de la tiranía batistiana debido a una delación. “Yo no me dejo coger vivo”, fueron las últimas palabras que se le escucharon al líder de Joven Cuba en El Morrillo, el 8 de mayo de 1935.
Allí quedan los cuerpos aniquilados. Una bala de rifle le rompe el corazón a aquel joven de 29 años y en breve la metralla extingue la vida de Carlos Aponte. En desigual combate se perdía entonces la figura más erguida, el brazo más enérgico y el vigor más puro del movimiento nacional revolucionario cubano.