No importa que hayan pasado 30 años de su desaparición física, aún su nombre lo encontramos en hospitales, museos, escuelas, en niñas que juegan en los parques, o en aguerridas mujeres que cada 11 de enero celebran su cumpleaños, recordando a la Norma de la clandestinidad, pero a la que su pueblo eternizó con el nombre de Celia Sánchez Manduley.
Con su flor favorita, la mariposa, engalanando su cabello, la manzanillera Celia se nos presenta delicada y tierna. Fue la primera mujer guerrillera en la Sierra Maestra, portadora de un fuerte carácter, una mezcla de intranquilidad y ternura, razones que necesariamente la convirtieron en una de las personalidades más fascinantes de la historia de Cuba.
Más que la heroína, era enormemente humana, sufría desilusiones amorosas y fumaba mucho, empataba un cigarro con otro y tomaba bastante café, si a esto se le denomina defectos, entonces ella los tenía. Sin embargo, sus virtudes hicieron que éstos, no salieran a la luz, por que lo que sí hay que acentuar es su gran amor a la Revolución e infinita lealtad a Fidel.
Quienes jamás la conocieron, podían suponerla una mujer frágil, pero al revelarla, se percataron de su intrepidez, sus nobles sentimientos, valor y audacia. Todo ello hubiera alcanzado para concebir la imagen de la heroína que jamás abandonó su gracia y acento campesinos de gente humilde.
Ha pasado tres décadas y la heroína de la Sierra y del Llano sigue entre nosotros. A Celia, la flor más autóctona de la Revolución, no dejamos de verla como diputada del Consejo de Estado o miembro del Comité Central, porque expresa, en suma, lo autóctono de la mujer delicada, bromista, sencilla, comprometida e intransigente con las ideas de justicia e igualdad social.
Futuro: Esa palabra que lo define todo
En la segunda mitad de la década del 1980, cuando era una adolescente, mis amigos y yo, en la escuela, imaginábamos vernos en el 2000 convertidos en médicos, ingenieros, profesores, arquitectos…, en lo personal, pensaba que sería estomatóloga o abogada, hasta pruebas de aptitud hice, pero por problemas de formación vocacional, desterré esas idea de mi mente.
Aquel curso 84 - 85, fue un momento difícil pues cuando estaba a punto de escoger la carrera que decidiría mi futuro, comprendí que no tenía la vocación consagrada para hacer las guardias tantas horas, estudiar por largos años y levantarme temprano, como requería la carrera de Estomatología, tampoco me sentía segura para optar por Derecho, a pesar de ser muy buena en las letras.
No se alarme, tampoco sabía cuál sería la sustituta de algunas de aquellas dos especialidades, entonces me imaginaba laborando en una biblioteca ayudando en la búsqueda de información, o finalmente, ejercer en lo que había decidido ser: Filóloga, deseaba estar entre la cultura de los libros.
Llegó el momento de las decisiones y Folología, la carrera que verdaderamente deseaba, no llegó a mi escuela, entonces decidí opotar por la Licenciatura en Español y Literatura. ¿Pedagógico?, me dijeron muchas de mis amistades. Sí, me gustan las letras, respondí. Claro, en aquel momento no imaginé verme jamás frente a un aula enseñando a mis discípulos, sino en lo que me aportaría esa carrera para mi vida personal.
Durante diez años fui profesora, trabajé en casi todos los niveles de enseñanzas, impartí clases en la secundaria, preuniversitarios, instituto superior pedagógico, escuelas politécnicas… Y les confieso que tuve experiencias muy lindas durante esa década y el saldo siempre fue positivo, pues aún en la calle me estremezco cuando me llaman “profe”.
No creo en eso de que el destino lo hacen los hombres, pero cuando menos imaginaba, tuve la oportunidad de matricular un Curso de Reorientación hacia el Periodismo y gracias a los conocimientos recibidos durante la Licenciatura en Español Literatura, una carrera muy completa en cuanto a cultura se trata, la ayuda de mi familia y mi empeño, formo parte del gremio de los Comunicadores.
Mi trabajo como Periodista me apasiona, es fascinante, ser Periodista de un medio de prensa, ser comunicadora, trabajar en esa biblioteca gigante que es la Internet, es lo más hermoso que en materia laboral me ha sucedido, pues comprendo el significado que tiene este trabajo, que no dejamos cuando salimos de la redacción y al que doy gracias todos los días, por formar parte del ejército de profesionales que ejercen “el mejor oficio del mundo”.
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