No sin razón los especialistas califican la adolescencia como una de las etapas más difíciles en la vida del ser humano. El afán por pertenecer a un grupo, incluirse y ser aceptado en él, preocupa, absorbe y hasta complica, en muchas ocasiones, al adolescente. Pero hasta dónde los padres aceptan o no las amistades de sus hijos…
La adolescencia, importante y decisiva etapa o edad en el curso de la vida humana situada entre la niñez y la adultez. El adolescente ha dejado de ser un niño dependiente y no ha llegado aún a ser un adulto independiente: es un individuo que se orienta hacia la madurez si reúne las condiciones adecuadas para ello y aprende las tareas del desarrollo propias de su edad.
Pero, ¡qué rivales tan poderosos son los amigos para mamá y papá¡, que sienten celos de “esos” que según ellos, le roban el cariño al hijo o hija.
Sin embargo, los amigos en la adolescencia cubren una necesidad y constituyen el eslabón que une al hogar con el mundo, facilitan independencia del núcleo familiar y amortiguan el golpe que representa para ellos incluirse en el mundo adulto.
Y, ¿de qué adolescente hablamos? Nos referimos al que vive en el presente, pero elabora planes para su futuro; es capaz de solucionar sus propios problemas y, cuando estos son insolubles, de forma independiente, acepta la discreta ayuda de los aquellos adultos en quienes más confían.
Tanto los padres como los maestros deben tener en cuenta las características del adolescente a la hora de estructurar sus relaciones con ellos y ellas, por que tan perjudicial resulta tratarlos y exigirles como si fueran niños, que considerarlos adultos.
El respeto y la confianza deben primar en las relaciones entre los adolescentes y la familia, de forma tal que ellos sientan el reconocimiento a su nueva condición, y encuentren comprensión ante algunas dudas que aún puedan tener todavía.
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