Hubiera querido presenciar en vivo aquel espectáculo, pero estoy segura de que al igual que yo, muchos lo disfrutamos desde disímiles puntos del planeta. Este domingo, todos los ojos del mundo estaban puestos en Venezuela. Se decidía el futuro de ese país, el futuro de Nuestra América, el futuro del mundo.
Caracas, la Plaza Bolívar y sus alrededores, se vestía durante largas horas de mucha calma y tensión hacia el final de la jornada electoral. "Esperemos con paciencia, con calma. Preparémonos para recibir los resultados sean cuales fueren (…) pido al país que nadie se desespere, que nadie vaya a caer en provocaciones, nada de hechos de violencia". Interrumpía Hugo Chávez, la rueda de prensa y expresó vía telefónica.
Fuegos artificiales, sonrisas y llantos de miles de chavistas retumbaron sobre la iluminada noche de Caracas, mientras los hijos de Bolívar, enardecidos, cantaban el himno nacional. Todos esperaban el triunfo. Y en eso llegaba la noticia: Hugo Chávez con el 54,42% de los votos frente al 44,97% de Henrique Carriles.
De inmediato, la mayoría de los seguidores del Partido Socialista Unido de Venezuela se marchaban hasta el palacio de Miraflores para escuchar a su presidente desde el "Balcón del Pueblo" y festejar junto al líder bolivariano, una victoria que le pertenece no solo a este país, sino a la humanidad.
El 7 de octubre
de 2012 quedaba marcado para siempre en historia de la humanidad. En Venezuela
se había votado por el socialismo, por la independencia, por la
grandeza. Se demostraba que la
Patria del Libertador Simón Bolívar, no tiene retroceso. No
había duda alguna, Hugo Rafael Chavez Frías, había dado un jonronazo que
decidiría el futuro de todo el mundo.
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