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Cada joven se parece a su tiempo que a sus padres

Algunos adultos afirman que los adolescentes y jóvenes con quienes conviven  se muestran rebeldes en el hogar, se atropellan a la entrada del ómnibus, utilizan un lenguaje callejero en la comunicación en cualquier lugar, a otros les ha dado por tatuarse, ponerse un piercing en alguna parte del cuerpo, afeitarse brazos y piernas en el caso de los varones…

Sin embargo, si desenvolvamos 15 almanaques, nos percataríamos de que "cada joven se parece más a su tiempo que a sus padres" ,  y esta frase encierra una gran verdad. Entonces ningún estudiante universitario u obrero se afeitaría las piernas, el pecho, o se  dibujaba el cuerpo por la sencilla razón de que la moda por aquellos tiempos para uno y otro sexo era sencillamente otra, era estar lo más natural y sencillo posible.
 
Y quiero se me entienda, un tatuaje, piercing, un hombre con pelo largo o con un rapado de cabeza, afeitadas piernas o no,  no definen la personalidad de una muchacha o un joven, por la sencilla razón de que son tendencias de moda y en su mayoría sucumben ante sus mandatos.
 
Por tanto, apariencia física a un lado, los adolescentes y jóvenes de ambos sexos se distinguen por los valores y la cultura que asimilan en el curso de la vida, y es aquí el momento donde la familia desempaña un rol fundamental.
 
La familia, como célula comunitaria en cualquier tipo de sociedad, es la primera referencia para cualquier ser humano. Siempre fue así históricamente, pues antes de existir las clases sociales, aparecieran las naciones, y se concibiera cualquier tipo vínculo humano, ya el hombre necesitaba vivir en comunidad.
 
Las primeras normas de conductas vinculadas a un comportamiento moralmente bueno y una adecuada relación de respeto, se adquieren en el seno familiar, máxima formadora de las primeras nociones culturales y estéticas, valores que se asumen en una primera etapa como un proceso lógico y natural de identificación con su medio social inmediato.
 
En muchas ocasiones los padres y madres no tienen plena conciencia de la responsabilidad que recae sobre ellos en cuanto a la educación de valores de sus hijos o, simplemente, sienten no están lo suficientemente preparados para asumirla y es entonces cuando la educación de nuestros descendientes se nos va como agua de entre las manos.
 
La familia es un referente obligado en la formación integral de la personalidad y un excelente medidor en el esencial papel de las actitudes asumidas por el hogar en los marcos de la sociedad. De manera que , no es casual que en un momento determinado el adolescente o el joven se cuestione algunos valores arraigados desde su seno familiar, por ello, lo primero que debemos hacer es mirarnos por dentro y no ver la paja en el ojo ajeno.

La adolescencia: Etapa que requiere atención


Hoy escribo sobre la adolescencia, un tema que me toca bien de cerca. Ser padre de un adolescente es un reto que enfrentamos a diario, es el comienzo de una nueva nueva vida, donde los cambios se dan la mano para ofrecernos a otra persona diferente.

En la adolescencia, etapa comprendida entre los 10 y 15 años aproximadamente, el niño deja de serlo para convertirse en alguien que aún no ha encontrado su sitio, que necesita atención, comprensión y sobre todo aceptación en el medio circundante para superar con creces este cambio en su vida.

Desde el punto de vista biológico y físico, en el adolescente dejó atrás al niño que fue hasta ayer. De igual manera, en la autoconciencia se hacen nuevas interrogantes: ¿quién soy?, ¿Cómo he cambiado tanto?, ¿Cómo me visto?…que poco a poco él mismo se responderá, a medida que acepte la realidad que desafía.

Ya "ellos" y "ellas" no se comportan como niños, porque sencillamente no lo son, tampoco pueden hacerlo como adultos. Se visten de otra manera, los varones quieren ponerse aretes, cambiar de amistades, en fin, ser diferentes y hay que aceptarlos así, porque tienen necesidad de que se les ayude y entienda.

La relación afectiva con su grupo ocupa un lugar primordial en sus vidas, de manera que la familia pasa a un segundo plano, y no por falta de cariño, sino porque su relación con los amigos determina e influye en sus hábitos de vestir, forma de hablar, gustos, preferencias y hasta en el nuevo comportamiento que exhiben en ese momento.

En tal sentido es importante que la familia atraiga a los miembros del grupo que se reúnen con sus hijos en las actividades culturales, docentes y recreativas que propicien las relaciones interpersonales y afectivas, como vía para contribuir a la formación de la personalidad de cada uno de ellos.

Para los adolescentes son absurdas y fatales las prohibiciones, los gritos, las incomprensiones, el autoritarismo, métodos que conducen, en muchos casos, a una actitud conformista o a una rebeldía que entorpece el desarrollo armónico de la personalidad.

Lo mejor es escucharlos, respetar sus criterios y antes de decir que "no", pensar qué responderles, darles una explicación convencente que les permitirá comprender el porqué deben de respetar las normas y principios de la familia, máxima responsable de prepararlos para la vida. Lo que no podemos olvidar es que la adolescencia es una etapa que requiere especial atención.