Ir al cementerio de Santa Ifigenia en la provincia de Santiago de Cuba, es una visita que siempre nos debemos. Por eso, hace unos días, un grupo de trabajadores del telecentro Solvisión de Guantánamo, fuimos al Camposanto para rendir tributo a nuestro Fidel Castro, por el aniversario 94 de su natalicio.
El sitio estremece por su majestuosidad que va más allá de su belleza arquitectónica. Solo se precisa entrar y caminar unos pasos para tener en frente al mausoleo donde yacen los restos de nuestro inolvidable Fidel Castro Ruz.
Se trata de una inmensa piedra procedente de la Gran Piedra, en las estribaciones de la Sierra Maestra, zona donde nuestro Fidel comandó la lucha guerrillera contra la dictadura de Fulgencio Batista a finales de la década de 1950.
El monolito de granito pulido, con una altura de casi cuatro metros tiene una característica que la hace especial. En el medio, hay un espacio abierto para la urna de cedro que guarda sus cenizas y en el medio de ella, una tarja de mármol con un nombre grabado en bronce: Fidel.
No hay inscripción alguna, tampoco fecha de nacimiento ni muerte. Es la única tumba del cementerio Santa Ifigenia con esta característica porque un hombre como Fidel Castro vive en el corazón de un país. Es un momento único, de esos que oprimen el pecho y sacan las lágrimas, pero que engrandecen.
Frente a la piedra, el silencio, los recuerdos y la foto, esa foto que todos queremos tener para guardarla por siempre. Hay solemnidad, compromiso, respeto, hay un indescriptible silencio de palabras que solo es roto por el aviso del cambio de guardia de los jóvenes del pelotón de ceremonia. Hay lealtad y unidad, en todos los pechos.
Fidel Castro Ruz, está en Santa Ifigenia y con él, millones de corazones cubanos que llevan consigo el compromiso de seguir adelante. Y como a otros tantos visitantes que acuden al lugar, no nos sorprende la ausencia de un regio monumento a su memoria, sino esa inmensa piedra pulida y en medio de ella, tu nombre, Fidel.