El 7 de diciembre de 1896, en los campos de San Pedro, en Punta Brava, La Habana, en un combate entre
el Ejército Libertador cubano y tropas españolas, se produce uno de los hechos
más fatales de la guerra por la independencia de Cuba: la caída del Mayor General Antonio Maceo
Grajales, el héroe de más de un centenar de batallas.
Antonio
Maceo, fue el cubano más conocido en América Latina en la segunda mitad del
siglo XIX. El primogénito de los Maceo
Grajales, era buen jinete y diestro en la esgrima del machete de defensa
personal; inteligente, disciplinado y atacador. Tenía tanta fuerza en la mente
como en el brazo, como dijera nuestro José Martí.
Paradigma de la grandeza militar al servicio de una noble causa, Antonio maceo se destacó por su disciplina y ese don de líder militar y político, que jamás utilizó para su beneficio personal, sino que lo pone al servicio de Cuba. Sobresalían de su personalidad, la elegancia y la elevada moral que le hacían ser un independentista pertinaz que incluye la abolición de la esclavitud como principio primero.
Paradigma de la grandeza militar al servicio de una noble causa, Antonio maceo se destacó por su disciplina y ese don de líder militar y político, que jamás utilizó para su beneficio personal, sino que lo pone al servicio de Cuba. Sobresalían de su personalidad, la elegancia y la elevada moral que le hacían ser un independentista pertinaz que incluye la abolición de la esclavitud como principio primero.
Poseedor
de una pluma sagaz, fina cultura autodidacta y profundidad de pensamiento, de
Antonio Maceo son estas frases que lo revelan y ordenan: "Cuando Cuba sea
independiente, solicitaré del Gobierno que se constituya, permiso para hacer la
libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría entregar la espada dejando esclava
esa porción de América". "¿Para qué queremos la vida sin el honor de
saber morir por la Patria?”…
Su carrera militar comenzó bajo el arrimo de sus ascendientes en el Ejercito Libertador de Cuba. Inicialmente, fue soldado, pero no tardó en demostrar sus destrezas para el combate, además del coraje y la disciplina para trascender en las tropas mambisas. Como líder entre los hombres que dirigía, se ganó el sobrenombre de “El Titán de Bronce”.
Para
Antonio, ninguno de los objetivos por los cuales los independentistas
estuvieron en la manigua se lograba a través del Pacto del Zanjón, considera el
Titán que con ello, no se contemplaba la
abolición de la esclavitud y mucho menos la independencia de Cuba. Ese hecho, al
decir del Apóstol de Cuba, es considerado “de lo más glorioso de nuestra
historia”.
Son incontables las hazañas del valiente guerrero en aras de su aspiración suprema: la libertad y la independencia de Cuba. Sin embargo, más allá de los combates y las acciones, Antonio Maceo fue hombre de pensamiento. Sus tesis y doctrinas sociales, políticas y militares fueron expuestas con claridad y se impusieron como guía en su ruta libertaria.
Más de una veintena de
heridas recibió Maceo en las numerosas batallas donde participó, sucesos que jamás lastraron ni menoscabaron su intrepidez. Y ante
la insuficiencia de pertrechos militares, defendió el uso del machete como arma
de guerra. Fue ejemplo ante sus compañeros de lucha y se entregaba siempre a la causa como el más
impetuoso de los soldados.
Aquel fatídico 7 de diciembre de 1869, Maceo galopa hacia el lugar donde podía decidirse el encuentro entre las tropas cubanas y españolas, y dice a sus ayudantes: “Esto va bien”. Sin embargo, momentos después fue alcanzado por una bala en el lado derecho de su mandíbula inferior que le causa la muerte. Su ayudante Panchito Gómez Toro, hijo del Generalísimo Máximo Gómez, al saber lo sucedido, fue hacia el lugar a saber del hecho y con ello, encontró la muerte entre las balas enemigas.
Aquel fatídico 7 de diciembre de 1869, Maceo galopa hacia el lugar donde podía decidirse el encuentro entre las tropas cubanas y españolas, y dice a sus ayudantes: “Esto va bien”. Sin embargo, momentos después fue alcanzado por una bala en el lado derecho de su mandíbula inferior que le causa la muerte. Su ayudante Panchito Gómez Toro, hijo del Generalísimo Máximo Gómez, al saber lo sucedido, fue hacia el lugar a saber del hecho y con ello, encontró la muerte entre las balas enemigas.
Al
conocer sobre el suceso, Máximo Gómez, su jefe y amigo, escribe a María Cabrales,
viuda de Maceo: “Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted
al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y el más bravo de mis
amigos y pierde en fin, el Ejército Libertador, a la figura más excelsa de la Revolución. A esta
pena se me une la pena cruelísima también de mi Pancho”.
Así fue la proyección histórica y humana de este hombre que fue feliz porque vino de León y de Leona, e hizo grande a su Patria porque realizó proezas que engrandecieron su leyenda y nos trazaron el camino para la Cuba de hoy. Una leyenda imperecedera donde nos acompañan el Titán de Bronce y Francisco Gómez Toro, quienes reposan en el monumento de El Cacahual, sitio que guarda tributo perenne a esos héroes de la Patria..