Luisa Pérez y Montes de Oca, nació en la finca Melgarejo cerca del poblado del Cobre, el 25 de agosto de 1835, sin embargo, por razones de la vida, la joven pasó a la historia con el apellido de su esposo. Luisa Pérez de Zambrana, que es su nombre, es una de las poetisas de las que se dice «nació con el don de la poesía» y es entre las mejores de Cuba e Hispanoamérica.
Era una hermosa joven, dulce, fina y distinguida, de mirada absorta y soñadora. Era, al decir de José Martí, una pura criatura, a toda pena sensible y habituada a toda delicadeza y generosidad. De cabello negro y ondulado en abiertas sienes, exhibía además, unos ojos grandes portadores de una inagotable fuerza de pasión delicada y ternura.
Así era esta santiaguera que, con solo 14 años, escribiría sus primeros versos donde se recrea el ambiente campestre donde vivió hasta la muerte de su padre. Entonces se trasladó hasta Santiago de Cuba, para darse a conocer en 1852 entre los amantes de la Literatura de esa ciudad, que, aunque no fueron definitivos, fortalecieron aún más su poesía.
Los círculos intelectuales de la época reconocieron la calidad de sus versos por la claridad del lenguaje. El Lirio, La Gota de Rocío, Noche de Luna, Al ponerse el sol, A Julia en la fuga del sinsonte o Una ofrenda a la virgen son algunos ejemplos de los cantares que hiciera a su tierra natal.
Luisa publicó un volumen de poemas que circuló entre los eruditos más famosos del país y fue leído por Ramón Zambrana , con quien posteriormente, contrae matrimonio. Y es partir de este momento cuando su vida social e intelectual comienza a desarrollarse en la capital del país..
De hecho, los Periódicos La Habana, Cuba Poética, Álbum cubano de lo bueno y de lo bello, Cuba Literaria, Diario de la Marina..., abrieron sus páginas para la publicación de su libro de poemas donde canta a su nueva vida. De ahí se derivan: A mi esposo; Mi casita Blanca; Al campo; Canto a mi madre, y otros...
Dolor profundo cargó la poetisa en su pecho por las pérdidas de sus seres más queridos. A los ocho años de casada quedó viuda, luego vio morir a cada uno de sus hijos en plena juventud y a su hermana Lucía, también poeta y santiaguera, aciagos hechos que tuvo consecuencias en su estado de ánimo y en su obra, pues de repente, esta romántica mujer se ve sola en el mundo.
Su obra ocupa un lugar importante en la literatura del siglo XX y se caracterizó por la sensibilidad, la melancolía, la ternura, donde no escapan las reflexiones religiosas y filosóficas sobre la muerte: estas dos últimas características expresadas en las elegías La vuelta al bosque en honor a su esposo y Dolor supremo y Martirio dedicada a sus hijos.
Más romántica que muchos de los que impusieron un sello al Movimiento literario en la poesía cubana de la época, solo se le compara con el poeta Juan Clemente Zenea. Y esto se debe a que siguió fiel a su estilo cuando el Modernismo traía sus cisnes y sus jardines cerrados.
Fue al decir de Enrique José Varona, la más insigne elegíaca de nuestra lírica. Por otra parte, José Martí al referirse a ella, señaló: “Se hacen versos de la grandeza, pero solo del sentimiento se hace poesía“. Luisa Pérez de Zambrana nunca aspiró a ser de los poetas sociales, por que sencillamente está entre las mejores de Cuba e Hispanoamérica.