En la vida, hay coincidencias completamente
inexplicables, sino nadie podría descifrar las que aproximan a hombres cuyos
nombres devienen símbolo de grandeza, valentía, virtud: Antonio Maceo Grajales y Ernesto Guevara de
la Serna. A Maceo, aprendimos a verlo
como una leyenda viva, como un dios de
la guerra; al Che, como el médico e
intelectual convertido en soldado guerrillero.
El primero, cubano hijo de león y leona, nace en el año 1845 y el segundo, argentino,
vio la luz en 1928, ambos un 14 de Junio.
Genio y leyenda hacen coincidir a estas dos personalidades en el coraje,
el ímpetu, la nobleza, la justicia… Ochenta y tres años separaban el alumbramiento
del uno y del otro. Sin embargo, ambos tienen como denominador común: La vocación latino americanista.
Antonio Maceo, primogénito de los Maceo Grajales, fue el cubano más conocido en América Latina en la segunda mitad del siglo XIX. Era buen jinete y diestro en la esgrima del machete de defensa personal, inteligente, disciplinado, atacador. Tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, como dijera nuestro José Martí. Era de bronce el Titán.
Antonio Maceo, primogénito de los Maceo Grajales, fue el cubano más conocido en América Latina en la segunda mitad del siglo XIX. Era buen jinete y diestro en la esgrima del machete de defensa personal, inteligente, disciplinado, atacador. Tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo, como dijera nuestro José Martí. Era de bronce el Titán.
Poseedor de una pluma sagaz, fina cultura autodidacta y
profundidad de pensamiento, de Antonio Maceo son estas frases que lo revelan y
ordenan: "Cuando Cuba sea independiente, solicitaré del Gobierno que se
constituya, permiso para hacer la libertad de Puerto Rico, pues no me gustaría
entregar la espada dejando esclava esa porción de América". "¿Para
qué queremos la vida sin el honor de saber morir por la Patria?”…
En tanto, fue el Che aquel joven que, padeciendo un asma cruenta, despertaba admiración por su energía indomable y el espíritu Quijotesco que lo acompañó siempre. A los 23 años realizaba un largo recorrido por Latinoamérica, se gradúa de médico y, de paso por México, resulta junto a Raúl Castro, uno de los primeros seleccionados por el líder de la Revolución Fidel para integrar la expedición del Granma.
Desde su incorporación a la causa cubana, se distinguió por su lealtad y un valor por momentos temerario. La Sierra, la Invasión, la Batalla de Santa Clara, fueron escenarios esenciales de sus hazañas. Ante los ojos de las generaciones de cubanos que no tuvimos la oportunidad de conocer, están las imágenes del Che levantando un muro, cortando caña, manejando una combinada, en un trabajo voluntario, jugando ajedrez…
En tanto, fue el Che aquel joven que, padeciendo un asma cruenta, despertaba admiración por su energía indomable y el espíritu Quijotesco que lo acompañó siempre. A los 23 años realizaba un largo recorrido por Latinoamérica, se gradúa de médico y, de paso por México, resulta junto a Raúl Castro, uno de los primeros seleccionados por el líder de la Revolución Fidel para integrar la expedición del Granma.
Desde su incorporación a la causa cubana, se distinguió por su lealtad y un valor por momentos temerario. La Sierra, la Invasión, la Batalla de Santa Clara, fueron escenarios esenciales de sus hazañas. Ante los ojos de las generaciones de cubanos que no tuvimos la oportunidad de conocer, están las imágenes del Che levantando un muro, cortando caña, manejando una combinada, en un trabajo voluntario, jugando ajedrez…
Fueron Antonio Maceo
y de Ernesto Guevara, dos grandes hombres, de esos que llegan al mundo para
quedarse en las mentes y los corazones para y por siempre. Son dos vidas que
compartieron el mismo ideal en sus nombres, porque son poseedores de los más
sagrados valores por los que luchamos. Por
eso, hoy cabalgan en un Rocinante del futuro y
llevan consigo un Sol de voluntades en la frente.
Así van por la vida quienes entretejiendo proezas, parecen uno solo. Comparten su propia imagen y nuestra hermosa
bandera de la estrella solitaria, símbolos de las luchas y de la esperanza de
los pueblos latinoamericanos. Y en este
peregrinar, marchan veloces estos dos hombres unidos por la historia, que no precisan
del empuje revolucionario para continuar la lucha que hoy se multiplica en millones de
seres empeñados en hacer un mundo mejor para la humanidad.