Este 7 de diciembre, en el aniversario 24 de la Operación Tributo, cuando también recordemos a aquellos que dieron sus vidas en las gloriosas misiones internacionalistas, estaremos reafirmando un rasgo esencial del pueblo de la Cuba revolucionaria: su profundo y altruista sentido de la solidaridad.
Sólo
así se explica la epopeya que protagonizaron 380 mil combatientes y 70
mil colaboradores civiles en varias naciones africanas durante un cuarto
de siglo, más un año, más un mes, más un día, desde que el 14 de abril
de 1965 el legendario comandante Ernesto Che Guevara y 13 compañeros
pisaron suelo de Zaire (hoy República Democrática del Congo).
Si
la llegada de tropas cubanas a Angola hace 38 años fue una sorpresa
inimaginable para los gobiernos de los Estados Unidos y sus aliados,
incluida la Sudáfrica racista, más asombroso fue que los combatientes
internacionalistas viajaron a África de forma totalmente voluntaria.
“No
podrá comprender nuestra intervención en Angola sin comprender nuestro
pasado”, a Piero Gleijeses le dijo uno de los voluntarios que integró el
Batallón Patricio Lumumba, enviado por Fidel Castro en 1965 al Congo
como reserva de la columna internacionalista que combatía en Zaire bajo
el mando del Che.
Manuel
Agramonte Sánchez le hizo el categórico señalamiento durante las
entrevistas que sostuvieron cuando el prestigioso escritor ítalo
norteamericano preparaba un exitoso libro sobre el papel de la Isla en
el continente negro (1).
Y
Gleijeses no lo desestimó. Como buen investigador supo valorar el
testimonio de Agramonte, que permaneció casi dos años en el Congo y
después fue embajador de Cuba en ese país, de 1967 a 1969, y en Guinea,
de 1973 a 1976.
Las
sabias palabras le ayudaron a justipreciar que los cubanos que fueron
Angola saldaban una deuda histórica con los pueblos de África, cuyo
vínculo surgió con los cientos de miles de esclavos secuestrados y
enviados a la Isla caribeña a trabajar como bestias.
Tampoco
olvidaron que en las guerras por la independencia de su patria
participaron decenas de extranjeros, con la misma decisión y amor a la
libertad, cuya figura cimera lo es, sin duda alguna, el Generalísimo
Máximo Gómez Báez, dominicano de nacimiento. Los motivó también un profundo sentido de compromiso con la liberación de los pueblos oprimidos del Tercer Mundo.
Comprendían
que luchar contra el colonialismo y el racismo, era la expresión
concreta de un pensamiento mucho más general: la lucha contra el
imperialismo, más que con los sucesivos gobiernos norteamericanos, era
contra la miseria, opresión, insalubridad y la ignorancia.
Los cubanos que fueron a Angola, seguían los pasos de quienes fueron a Argelia, Zaire, el Congo y Guinea-Bissau. En
los momentos de efervescencia, entre octubre de 1975 y abril de 1976,
la patria de Agostinho Neto fue el lugar para luchar contra el
imperialismo, el enemigo principal de la Revolución Cubana. Y lo
hicieron con absoluta voluntariedad.
A
todos los convocados se les dijo “que la situación era delicada, que se
trataba de una misión internacionalista y que por ende requería el
asunto mucha seriedad”. También se les dijo que que “todo el que por un
motivo u otro no se encontraba en disposición de cumplir esta tarea
debían plantearlo y retirarse posteriormente...que la misión era una
cuestión voluntaria (2).
No
se puede negar que unas cuantas decenas se acobardaron, pero, en
cambio, a Angola llegaron entonces 30 mil internacionalistas y la cifra
se multiplicó con el paso del tiempo, hasta que el 25 de mayo de 1991,
llegaron a La Habana, en cinco aviones, los últimos cientos de cubanos
de quedaban en aquella nación.
En
el comienzo de la Operación Carlota, el Comandante en Jefe Fidel Castro
habló personalmente con varios grupos de voluntarios antes de su
partida.
Con
el aliento del jefe de la Revolución, miles de combatientes cruzaron el
Atlántico y con sus victorias en Quifangondo, Cabinda y Ebo, aseguraron
la independencia de Angola y derrotaron a los racistas sudafricanos.
Años
más tarde, en el sureste angolano, en Cuito Cuanavale, desinflaron a la
maquinaria de guerra de Pretoria y por el suroeste comenzaron un
decidido avance hacia la frontera con Namibia, lo que obligó
definitivamente a Washington y Pretoria a firmar los Acuerdos de Nueva
York, según dictaban los hechos en el campo de batalla.
Más
de dos mil cubanas y cubanos dieron sus vidas en África. ¿Reconfortará
lo que decimos a quienes perdieron a familiares muy queridos del otro
lado del mar?
Quizás
no a todos. Pero la mayoría de los que sufrieron esa pérdida comprende
que la muerte de sus seres amados sirvió para emancipar a millones de
personas y que con ello saldamos nuestra deuda histórica, razón
suficiente para legitimar la epopeya internacionalista cubana.
Por
eso este 7 de diciembre, los cubanos de verdad inclinaremos nuestras
frentes para honrar a los caídos por la Patria en ocasión del
aniversario 24 de la Operación Tributo.
1 Gleijeses, Piero. Misiones en conflicto. La Habana, Washington y África. 1959-1976. Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 2007, p. 19. (3ra edición cubana)
2 Ibid. 3ra edición cubana, p. 500.