Recién me incorporé al trabajo. Y ahora pienso, después de casi un año y medio, que mientras más me aferro a mi labor, tengo una nueva manera de ver la vida, acompañada de un estilo para comunicarnos y unirnos en esta noble tarea que es la de ser Periodista.
Ser periodista, y esto, que conste, no lo digo yo, constituye un sacerdocio, donde el que se pone el ropaje, no se lo quita y lo coloca en la percha cuando llega al hogar, o mientras disfruta de merecidas vacaciones, por que el reportero vive y trabaja con la noticia.
Al decir del Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, “Nadie que no haya nacido para eso y este dispuesto a vivir solo para eso, podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz, mientras no vuelve a empezar con mas ardor que nunca en el minuto siguiente".
Con nuestro trabajo, nos resguardamos en el hecho de que siempre se necesitará de personas, de comunicadores, que interpreten el acontecer y se lo transmiten a sus públicos, en suma: un narrador de la vida, de la gente.
Y este noble compromiso, es reconocido también por los nuevos periodistas cubanos que egresan de las Altas Casas de Estudios, que comprenden, al igual que yo, el significado que tiene este trabajo, que no dejamos cuando salimos de la redacción y al que doy gracias todos los días, por ejercer “el mejor oficio del mundo”.
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