Hace algún tiempo estuve en un sitio donde, tras una prolongada espera que daría paso al inicio de una reunión y de cuya tardanza no había explicación ni justificación por ninguna parte que la buscaras, escuché a alguien que dijo: “Voy a esperar pacientemente, pero si el periodista se va, yo también me voy.”
Ese día comprendí que en la sociedad existen sectores modelos de referencias para futuras acciones personales, e influyen en algunos casos, de manera positiva, háblese del abogado de un bufete, el director de una empresa, el médico de la familia, el maestro, el delegado de la circunscripción y por qué no, de nosotros los periodistas.
En el periodismo, la ética se define como las normas y principios que rigen la moral del profesional, por tanto, componen violaciones de la misma, entre otras, incurrir espontáneamente en errores, adulterar las opiniones de las fuentes de información, negarse a corregir los errores señalados por otros compañeros y falsear las informaciones con la finalidad de causar daño o perjuicio moral.
Por esto, es tan importante conocerse bien para poder manejar los hechos y situaciones que provoquen siempre un mensaje positivo entre los lectores a partir de situaciones diferentes, pero sin dejar de ser nosotros mismos.
No podemos negar que los periodistas somos seres humanos y estamos llenos de virtudes y defectos. Sin embargo, aunque aprendamos a manejar nuestras emociones no es trabajo nada fácil, siempre hay que tener presente que en el periodismo, la ética es sinónimo de responsabilidad, en primer lugar, consigo mismo y en segundo, con quienes y para quien trabaja: el pueblo.
Me pregunto si hacemos o no lo correcto. Ante esta interrogante cabe la respuesta de que la integridad individual y social, son cualidades que forman parte de la ética y deben, necesariamente, permanecer en la piel del periodista en todo momento y lugar.
El Dr. Julio García Luis, Decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, en su artículo Ética, Moral y Comunicación, plantea que ‘‘La conciencia moral es parte de la vida espiritual de la sociedad y, como tal, forma parte simultáneamente de la ideología elaborada a nivel social (…) la ética no da moral, en el sentido de que no por conocer mucho de ética y tener una amplia información intelectual al respecto se es necesariamente una persona con una mejor formación moral’’.
Respecto a la aseveración del mentado periodista, podemos agregar que el celo profesional y la envidia son habilidades antiéticas que desequilibran, fragmentan y lastiman la unidad entre los compañeros. La crítica con argumentos, seria y constructiva, edifica. En cambio, la autocensura es frialdad, por tanto, renunciar a la verdad por no buscarnos problemas, representa simplemente un auto engaño para el profesional de la prensa.
Los periodistas, locutores u personal de la prensa, responden a la ética y a la moral del país, su trabajo emana compromiso y virtud. La ética periodística nos pide asumir una acertada actitud ante la vida, pero unido siempre al compromiso de ser cada día mejores ciudadanos, mejores seres humanos, y sobre todo, mejores profesionales y revolucionarios. Ese es el verdadero periodista.