Una vez colonizada América, los
españoles trajeron consigo el contrabando de esclavos, el látigo, las lágrimas… pero
también su idioma, tesoro que hoy hablamos cerca de 500 millones de habitantes
del planeta y constituye un puente de comunicación entre los individuos de un pueblo a otro,
nacionalidad o país que hablen Español, sin embargo, muchas
veces, se le agrede y maltrata de la peor manera y por nosotros mismos.
El Español es la segunda lengua de comunicación
internacional, después del inglés y la segunda lengua en número de
hablantes nativos, después del chino. Como lengua, se ajusta a las conveniencias coloquiales, lo cual no justifica que a menudo salten a nuestros oídos expresiones que manchan
la comunicación verbal, errores que
emanan hasta en los círculos sociales donde se reúnen profesores,
ingenieros, médicos, personas que deben de estar en primera fila en cuanto al cuidado del idioma.
Por cierto, es indiscutible que el avance en
cuanto al uso del idioma indica que no se pretenda hablar el español de los tiempos de caballería. Pero lo que no podemos admitir, es que
acepciones surgidas en un ambiente grotesco y vulgar, lleguen a nosotros y se queden con tal naturalidad, no
sólo en la jerga diaria, sino además en círculos sociales aparentemente
cultos.
Pero... ¿Es que no le damos obligada
importancia a nuestra forma de hablar?, ¿Qué hacer para hablar mejor la lengua
de Cervantes? Ante estas interrogantes, medito en que el lenguaje debe de
emplearse indistintamente en uno u otro lugar, al igual que los atuendos, por
lo que no debemos utilizar la misma forma de locución al ofrecer una conferencia
de prensa en un taller especializado, que para comunicarnos con nuestros amigos
del barrio.
El respeto por los valores identitarios,
es nuestra propuesta y ahí se alza la labor de las bibliotecas en las escuelas
y la comunidad, la labor del maestro y
profesores en las escuelas…, por consiguiente, el país necesita del empeño para
defender el criterio de que al idioma debemos ofrecerle
los más exquisitos cuidados para más mantenerlo hermoso y digno.
La lengua que hablamos
nos define como nación, por ello debemos protegerla. No se trata de rescatar los
diálogos quijotescos, tampoco de negar la influencia de otras lenguas.
La esencial es fortalecer nuestra lengua. Por tanto, considero una nota
discordante que personas irrumpan nuestros oídos con expresiones
carentes de respeto y distantes de las normas del buen comportamiento social
que mejor, como: ¡Qué talla más
fula!, ¡En el gao la jugada está apretá, no tengo ni un caña! o ¡Mira
que clase de cañón, que jeva más dura!...