" Pueblo de Cuba, en estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial, el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuentas. Y somos nosotros, el Directorio Revolucionario, los que en nombre de la Revolución Cubana hemos dado el tiro de gracia a este régimen de oprobio. Cubanos que me escuchan. Acaba de ser eliminado (...)"
La alocución quedó cortada cuando el José Antonio Echeverría, líder de la Federación de Estudiantes Universitarios, repetía sus palabras, en el momento en que un empleado encargado de las transmisiones, en otro lugar, sacó del aire la emisora.
Cuando informaron al dirigente estudiantil que estaban fuera del aire, en su retirada, realizó unos disparos sobre el máster de la CMQ. Eran las tres y veintiún minutos de aquella tarde del 13 de marzo de 1957. Ese día, un grupo de jóvenes enfrentaron las hordas asesinas del régimen, asaltaban la historia.
Organizados en comandos y liderados por José Antonio, un grupo de jóvenes revolucionarios se dirigió al otrora Palacio Presidencial. Entre los objetivos estaban ejecutar al tirano Fulgencio Batista, entregar las armas de la guarnición al pueblo y tomar otros puntos de la ciudad como el Cuartel Maestre de la Policía además de otras estaciones policíacas y cuarteles hasta dominar la capital.
Batista había escapado para arremeter despiadadamente contra los sobrevivientes
de la operación. Por ello, a solo unos metros de la Universidad el líder del
Directorio Revolucionario, José Antonio Echeverría, al regresar a la Universidad después de haber realizado la operación
encuentra la muerte cuando dos disparos impactaron su cuerpo, seguido
por una ráfaga de ametralladora que lo derribó para siempre.
Sin embargo, ese día proclamaba a las nuevas generaciones su testamento político, donde expresaba: “ Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque, tenga o no, nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo”.
A pesar que el objetivo de la acción no se logró, el sacrificio de estos jóvenes no fue en vano. José Antonio es un ejemplo de honor para para las nuevas generaciones que tienen el compromiso de continuar la misión que él realizó desde el amor a la vida, la solidaridad y el decoro que se alcanza con la palabra, la alegría y el valor de aquella tarde del 13 de marzo de 1957.