Publicado en Cubahora
Desde el año 2002, el gobierno de los Estados Unidos posee en la Ilegal Base Naval en Guantánamo, y en contra de la voluntad del pueblo y gobierno cubanos, una cárcel catalogada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) entre los trascendentales retos en el continente americano y, por demás, una carga para la política exterior estadounidense.
El gobierno de Barack Obama, a criterio de la CIDH, ha fracasado en el compromiso de garantizar el derecho a la libertad de los detenidos en la referida prisión. Esta situación persiste a pesar del reclamo universal de su clausura. En torno al tema, un editorial del diario estadounidense The New York Times publicado recientemente señaló que la prisión debió haber sido cerrada hace años, como anunciara a nivel internacional el presidente norteamericano el 16 noviembre de 2008.
Sin embargo, según dicho rotativo, el mandatario no ha podido cumplir su palabra, no solo por la oposición del Congreso, sino porque no usó a fondo sus facultades ejecutivas, pero aún tiene más de un año para hacer realidad el cierre, un objetivo difícil pero no imposible.
Lo cierto es que ha pasado más de una década y aún el mundo no sale de su asombro. En el penal hay 115 detenidos sospechosos de terrorismo, de ellos, 52 nunca fueron acusados de delito alguno, sin embargo, permanecen encerrados en un sitio donde se violan los más elementales derechos humanos.
La persistencia de este enclave, uno de los más caros del mundo, ha costado más de 5 200 millones de dólares, lo que ha significado un hueco económico para la administración estadounidense y uno de los principales obstáculos para la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que a mediados de este año restablecieron sus nexos diplomáticos.
La prisión es un establecimiento nefasto y la situación que se vive ahí dentro no debe continuar. Por tanto, este es el momento de que Barack Obama, poseedor de todas las atribuciones necesarias y conforme a la legislación existente, indique el cierre inmediato del penal y, con ello, la devolución del territorio de Guantánamo usurpado a Cuba.
Sin dudas, la deshonrosa cárcel de la Base Naval de Guantánamo que el gobierno de los Estados Unidos mantiene ilegalmente en territorio cubano constituye una vergüenza para el mundo y es el peor ejemplo de violación de los derechos humanos que puede cometer una nación.
Ha pasado trece años desde que se instaló la prisión en la ilegal base y siete años de la promesa de Barack Obama respecto a su cierre. Entonces... ¿Cómo explicar al mundo el tener abierta la prisión de Guantánamo por temor a las críticas políticas? ¿Cómo justificar la tenencia de reos a quienes se les prolonga una detención indefinida, sin cargos ni juicio, pese a que la mitad de ellos tienen el visto bueno de las autoridades estadounidenses para ser liberados?
La respuesta no es otra: una demora más en torno al inmediato cierre de la prisión, no es tolerable para lo que se ha convertido en una terrible tragedia humana.
Desde el año 2002, el gobierno de los Estados Unidos posee en la Ilegal Base Naval en Guantánamo, y en contra de la voluntad del pueblo y gobierno cubanos, una cárcel catalogada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) entre los trascendentales retos en el continente americano y, por demás, una carga para la política exterior estadounidense.
El gobierno de Barack Obama, a criterio de la CIDH, ha fracasado en el compromiso de garantizar el derecho a la libertad de los detenidos en la referida prisión. Esta situación persiste a pesar del reclamo universal de su clausura. En torno al tema, un editorial del diario estadounidense The New York Times publicado recientemente señaló que la prisión debió haber sido cerrada hace años, como anunciara a nivel internacional el presidente norteamericano el 16 noviembre de 2008.
Sin embargo, según dicho rotativo, el mandatario no ha podido cumplir su palabra, no solo por la oposición del Congreso, sino porque no usó a fondo sus facultades ejecutivas, pero aún tiene más de un año para hacer realidad el cierre, un objetivo difícil pero no imposible.
Lo cierto es que ha pasado más de una década y aún el mundo no sale de su asombro. En el penal hay 115 detenidos sospechosos de terrorismo, de ellos, 52 nunca fueron acusados de delito alguno, sin embargo, permanecen encerrados en un sitio donde se violan los más elementales derechos humanos.
La persistencia de este enclave, uno de los más caros del mundo, ha costado más de 5 200 millones de dólares, lo que ha significado un hueco económico para la administración estadounidense y uno de los principales obstáculos para la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que a mediados de este año restablecieron sus nexos diplomáticos.
La prisión es un establecimiento nefasto y la situación que se vive ahí dentro no debe continuar. Por tanto, este es el momento de que Barack Obama, poseedor de todas las atribuciones necesarias y conforme a la legislación existente, indique el cierre inmediato del penal y, con ello, la devolución del territorio de Guantánamo usurpado a Cuba.
Sin dudas, la deshonrosa cárcel de la Base Naval de Guantánamo que el gobierno de los Estados Unidos mantiene ilegalmente en territorio cubano constituye una vergüenza para el mundo y es el peor ejemplo de violación de los derechos humanos que puede cometer una nación.
Ha pasado trece años desde que se instaló la prisión en la ilegal base y siete años de la promesa de Barack Obama respecto a su cierre. Entonces... ¿Cómo explicar al mundo el tener abierta la prisión de Guantánamo por temor a las críticas políticas? ¿Cómo justificar la tenencia de reos a quienes se les prolonga una detención indefinida, sin cargos ni juicio, pese a que la mitad de ellos tienen el visto bueno de las autoridades estadounidenses para ser liberados?
La respuesta no es otra: una demora más en torno al inmediato cierre de la prisión, no es tolerable para lo que se ha convertido en una terrible tragedia humana.