Por Pablo Soroa Fernández
El
sustantivo con que me refugio para titular esta impensada crónica sobre
la visita que entre el 19 y el 22 efectuó a Cuba el Papa Francisco
como “Peregrino de la Misericordia”, proviene del griego apoteosis y
asombra la coincidencia de diccionarios de todos los idiomas en su
significado: “culminación o final espectacular de un acontecimiento o
acto”.
En
fecha tan temprana como agosto de 1951, la revista Bohemia lo emplea en
su multiconsultada sección En Cuba, para referirse a las exequias del
luchador revolucionario Eduardo Chivás, consideradas la mayor
manifestación de duelo popular registrada hasta entonces en el país.
Entonces el prestigioso semanario utiliza el término en
su estricta acepción pues alude al “culminar” de una vida, no así este
redactor 74 años después porque la visita de Jorge Mario Bergoglio, Sumo
Pontífice 266 de la Iglesia Católica, fue espectacular desde su anuncio
(por la conmoción mundial que suscitó), durante su desarrollo y en su
final, durante el cual confesó haberse sentido “en familia”.
Baste
revisar, en abono de ese criterio, algunos titulares de la prensa
nacional y extranjera, los cuales en grandes caracteres, reseñan el
encuentro del Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano con el Lider
Histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro y el recibimiento que le
tributó, el 19 de septiembre, en el aeropuerto internacional José
Martí, de La Habana el Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros Raúl Castro.
El
Presidente Cubano también lo despidió este martes 22 en la terminal
área santiaguera Antonio Maceo, y en el ínterin estuvo junto a él en la
Santa Misa y Angelus en la capitalina Plaza de la Revolución que ostenta
el nombre de nuestro Héroe Nacional, y la Santa Misa en la basílica
menor del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago
de Cuba, ciudad a la que Su Santidad bendijo.
En
opinión de la mayoría de los medios de difusión de todo el planeta, la
visita del Papa Francisco a la ínsula caribeña, constituye uno de los
gestos más enaltecedores del Obispo de Roma, quien desde que en 2013
asumió su Pontificado ha sido reiteradamente propuesto para obtener el
Premio Nobel de la Paz.
En
su discurso en la ceremonia de bienvenida exhortó a “Que la Iglesia
siga acompañando y alentando al pueblo cubano en sus esperanzas y en sus
preocupaciones” y junto al pueblo de Cuba, sus fieles agradecieron con
“apoteósico” entusiasmo cada uno de sus desplazamientos.
Sin dudas, ha constituido un triunfo del Vaticano y la
Revolución, de la comunidad internacional, de las fuerzas progresistas
del mundo, de la política solidaria e independiente de Cuba, esta visita
a la cual precedieron la de Benedicto XVI, en 2011 para celebrar los
400 años del descubrimiento de la imagen de la Virgen de la Caridad, y
la de Juan Pablo II 1998, para oficiar misas en cuatro ciudades.
La
recalada en Cuba del Sumo Pontífice, el cual por su origen de clase
media baja, consagración a sus ideales religiosos y defensa de los
pobres, ha despertado internacionalmente simpatías y esperanzas, ha
promovido la evocación de quien con el mismo rango que él, fue
presumiblemente el primer Papa en exteriorizar sus simpatías por la
Revolución Cubana: Juan XXIII.
En
una misa celebrada pocos meses después del triunfo de la Revolución,
en la misma Plaza donde el Papa Francisco efectuó la suya el pasado 20
de septiembre, se escuchó un mensaje de la Radio del Vaticano, enviado
por Angelo Giuseppe Roncalli, el hombre que dirigió la Iglesia
Católica entre 1958 y 1963 e impulsó el Concilio Vaticano II, el
acontecimiento que cambió la cara de la Iglesia en el siglo XX.
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La #Cuba que visita el #PapaFrancisco
Cuba es noticia. Todos los ojos del mundo están
puestos en esta pequeña Isla caribeña. El Papa Francisco, Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica y Jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano,
llegó el 19 de septiembre. Y aquí, portando un mensaje de Paz,
felicidad y unión, fue recibido por cientos de cubanos para encontrarse ante
un país, donde la diversidad religiosa es parte armónica de la vida
cotidiana.
La visita del Sumo Pontífice a Cuba se realizó en un
momento notable. Este año, celebramos el aniversario 80 del
establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y la Santa Sede.
También se agasaja los cien de la solicitud de los veteranos de la Guerra
de Independencia, para que se enunciara a la Virgen de la
Caridad del Cobre como Patrona de Cuba.
El primer Papa latinoamericano llegó a Cuba en el
momento en que el país vive inmerso en un amplio proceso de
transformaciones, sin renunciar a nuestras conquistas sociales. Llegó en un
momento crucial del restablecimiento de las relaciones diplomáticas
entre Estados Unidos y Cuba, una sociedad que tiene entre sus
cimientos, la lucha por un mundo mejor.
Vivimos en una Isla mestiza en creencias y marcada por
el sincretismo que el etnólogo cubano doctor Don Fernando Ortiz definiera como transculturación. Por tanto, durante su visita, el
Papa Francisco conocerá un país de grandes mestizajes que trascienden
la mera armonía de razas, culturas, religiones y costumbres.
El Sumo Pontífice visita una nación donde congenian
las iglesias católica, evangélicas y protestantes, ortodoxas,
religiones yorubas, espiritistas, budistas, judíos y muchas más… Y esto no
es más que un botón de muestra de lo legitimado en el artículo 8 de
la Constitución de la República de Cuba: “El Estado reconoce, respeta
y garantiza la libertad de conciencia y de religión y la libertad de
cada ciudadano de cambiar de creencias religiosas o no tener ninguna,
y a profesar, dentro del respeto a la ley, el culto religioso de su
preferencia.
Francisco es el primer Papa latinoamericano en la
historia que llega a nuestro país y el tercero que visita la mayor de las
Antillas. Al igual que Brasil, Cuba, tiene la prerrogativa de haber recibido en etapas relativamente cortas, las visitas de tres papas: Juan Pablo II en 1998, Benedicto XVI en 2012 y ahora, Francisco.
Lo que difiere entre ambas naciones, es que Brasil es
evaluado el país con mayor cifra de católicos del mundo, en tanto, Cuba es una nación donde se profesa todo tipo de religiones, sin que haya
preeminencia de una sobre otra. De lo que estamos conscientes todos los cubanos, creyentes o no, es que al Papa lo recibió un pueblo
batallador, instruido, noble y solidario, un pueblo que se levanta
sobre las dificultades y anda con la frente erguida.
Su Santidad Francisco está hace dos días en esta Isla
caribeña y aún le quedan otros por vivir entre los cubanos, creyentes
o no. Sin embargo, se llevará de aquí, el recuerdo de intensas
jornadas junto a un pueblo totalmente unido y fiel a sus antecesores y
a los sentimientos patrios.
Nuestro país ha estado sometido a un férreo bloqueo
económico, comercial y financiero impuesto por el gobierno de los
Estados Unidos, durante más de cinco décadas. Y esta es la Cuba que
visita el Papa Francisco, una nación portadora de una profunda
vocación por la justicia y que defiende sus conquistas sociales, su
cultura, identidad y raíces.
Raúl Castro: El pueblo y el Gobierno cubanos lo reciben con profundos sentimientos de afecto, respeto y hospitalidad
Discurso pronunciado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en la ceremonia de bienvenida hoy al Papa Francisco, Jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, en el aeropuerto internacional José Martí. (Versiones Taquigráficas - Consejo de Estado)
Santidad:
El pueblo y el Gobierno cubanos lo reciben con profundos sentimientos de afecto, respeto y hospitalidad.
Nos sentimos muy honrados con su visita. Podrá apreciar que amamos profundamente nuestra Patria, por la que somos capaces de realizar los más grandes sacrificios. Nos ha guiado siempre el ejemplo de los próceres de Nuestra América, quienes nos legaron dignidad, valentía y generosidad. Por ellos hemos sabido practicar el axioma martiano de que Patria es Humanidad.
El encuentro memorable que sostuvimos en mayo pasado, en la Ciudad del Vaticano, brindó la oportunidad de intercambiar ideas acerca de algunos de los asuntos más importantes del mundo en que vivimos.
Los pueblos de la América Latina y el Caribe se han propuesto avanzar hacia su integración, en defensa de la independencia, la soberanía sobre los recursos naturales y la justicia social. Sin embargo, nuestra región sigue siendo la más desigual en la distribución de la riqueza. En el continente, gobiernos legítimamente constituidos que trabajan por un futuro mejor, se enfrentan a numerosos intentos de desestabilización.
Hemos seguido con mucha atención sus pronunciamientos. La Exhortación Apostólica “La Alegría del Evangelio”, acerca de los temas sociales, y la Carta Encíclica “Alabado Seas”, referidas al futuro y al cuidado del planeta y la Humanidad, me han motivado profunda reflexión. Serán referentes para la próxima Cumbre sobre la Agenda de Desarrollo Post 2015, que tendrá lugar en la ONU en el presente mes, y la XXI Conferencia Internacional acerca del Cambio Climático que se celebrará, en diciembre, en París.
Comienzan a tener un eco creciente en el mundo su análisis de las causas de estos problemas y el llamado a la salvaguarda del planeta y la supervivencia de nuestra especie; al cese de la acción depredadora de los países ricos y las grandes transnacionales, a la eliminación de los peligros que se ciernen para todos en materia de agotamiento de los recursos y pérdida de la biodiversidad.
Como bien Su Santidad señala: “La humanidad está llamada a tomar conciencia de la necesidad de realizar cambios de estilos de vida, de producción y de consumo”.
El Líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en 1992, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro, planteó la necesidad de salvar a la humanidad de la autodestrucción, distribuir mejor la riqueza, el conocimiento, la ciencia y las tecnologías, para el desarrollo sostenible, “hacer desaparecer el hambre y no el hombre”, afirmó.
El sistema internacional actual es injusto e inmoral. Ha globalizado el capital y convertido en su ídolo al dinero. Hace de los ciudadanos meros consumidores. En vez de difundir el conocimiento y la cultura, los enajena con reflejos y patrones de conducta promovidos por medios que solo sirven a los intereses de sus dueños, las corporaciones transnacionales de la información.
La profunda y permanente crisis se descarga con brutal crudeza sobre los países del Tercer Mundo. Tampoco escapan de ella los excluidos en el mundo industrializado, las minorías, los jóvenes desempleados y los ancianos desvalidos, los que buscan refugio del hambre y los conflictos. Ofende la conciencia humana lo que ocurre con los inmigrantes y los pobres. Estos son los indignados del mundo que claman por sus derechos y el fin de tanta injusticia.
Santidad:
En sus palabras a los dos encuentros mundiales de los Movimientos Populares en octubre del pasado año en Ciudad del Vaticano y julio del presente, en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, reiteró la necesidad de practicar la solidaridad y luchar unidos contra las causas estructurales de la pobreza y la desigualdad, por la dignidad del hombre y se refirió al derecho a la tierra, al techo y al trabajo. Para conquistar esos derechos, entre otros, se gestó la Revolución Cubana. Por ellos, reclamó Fidel en su histórico alegato de defensa conocido como “La Historia me Absolverá”.
Para lograr una sociedad más justa y solidaria hemos trabajado con sumo esfuerzo y asumido los mayores riesgos desde el triunfo revolucionario.
Lo hemos hecho bloqueados, calumniados, agredidos, con un alto costo de vidas humanas y grandes daños económicos. Fundamos una sociedad con equidad y justicia social, con amplio acceso a la cultura y apego a las tradiciones y a las ideas más avanzadas de Cuba, de América Latina, el Caribe y del mundo.
Millones de personas han recobrado su salud con la cooperación cubana: 325 710 colaboradores han trabajado en 158 países; hoy, 50 281 trabajadores cubanos de la salud prestan sus servicios en 68 naciones. Gracias al programa “Yo sí puedo”, 9 376 000 personas han sido alfabetizadas en 30 estados; y más de 68 000 estudiantes extranjeros, de 157 países, se han graduado en Cuba.
Avanzamos resueltamente en la actualización de nuestro modelo económico y social para construir un socialismo próspero y sostenible, centrado en el ser humano, la familia y la participación libre, democrática, consciente y creadora de toda la sociedad, en especial de los jóvenes.
Preservar el socialismo es garantizar la independencia, soberanía, desarrollo y bienestar de la nación. Tenemos la más firme decisión de enfrentar todos los retos para alcanzar una sociedad virtuosa y justa, con altos valores éticos y espirituales. Como señaló el venerable presbítero Félix Varela, “…queremos que las generaciones futuras hereden de nosotros la dignidad de los hombres y recuerden lo que cuesta recuperarla para que teman perderla…”
La unidad, identidad e integración regional deben ser defendidas. La Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno durante la Segunda Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, celebrada en La Habana en enero de 2014, consagra un conjunto de compromisos de vital importancia, como la solución pacífica de controversias a fin de desterrar para siempre el uso y la amenaza del uso de la fuerza de nuestra región; no intervenir, directa o indirectamente, en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos; fomentar las relaciones de amistad y de cooperación entre sí y con otras naciones; y respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.
Para Cuba, los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas tienen plena vigencia. Solo el respeto a estos puede garantizar la paz y la seguridad internacionales crecientemente amenazadas.
Conocimos con sumo interés las palabras de Su Santidad en el marco de la conmemoración del aniversario 70 de los ataques nucleares contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.
La existencia de las armas nucleares es una amenaza contra la supervivencia misma de los seres humanos y una afrenta a los principios éticos y morales que deben regir las relaciones entre las naciones. Su uso significaría la desaparición de la civilización humana. Abogar por el desarme, y muy particularmente por el desarme nuclear, no solo es un deber sino un derecho de todos los pueblos del mundo.
Santidad:
Hemos agradecido su apoyo al diálogo entre Estados Unidos y Cuba. El restablecimiento de relaciones diplomáticas ha sido un primer paso en el proceso hacia la normalización de los vínculos entre ambos países que requerirá resolver problemas y reparar injusticias. El bloqueo, que provoca daños humanos y privaciones a las familias cubanas, es cruel, inmoral e ilegal, debe cesar. El territorio que usurpa la Base Naval en Guantánamo debe ser devuelto a Cuba. Otros asuntos deben ser también dirimidos. Estos justos reclamos son compartidos por los pueblos y la inmensa mayoría de los gobiernos del mundo.
Conmemoramos este año, el aniversario 80 de relaciones ininterrumpidas entre la Santa Sede Apostólica y Cuba, que son buenas y se desarrollan favorablemente sobre la base del respeto mutuo.
El Gobierno y la Iglesia Católica en Cuba mantienen relaciones en un clima edificante, al igual que ocurre con todas las religiones e instituciones religiosas presentes en el país, que inculcan valores morales que la nación aprecia y cultiva. Ejercemos la libertad religiosa como derecho consagrado en nuestra Constitución.
Damos a la presencia de Su Santidad en nuestra Patria todo su significado. Será trascendente y enriquecedor para la nación su encuentro con un pueblo trabajador, instruido, abnegado, generoso, con profundas convicciones, valores patrióticos, dispuesto a continuar su heroica resistencia y a construir una sociedad que garantice el pleno desarrollo, de mujeres y hombres, con dignidad y justicia.
En nombre de este noble pueblo, le doy la más calurosa bienvenida.
Muchas gracias (Aplausos).
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