¿Mi nombre? Perfecto Romero Ramírez, tengo 73 años, y soy fotorreportero del periódico Palante. Desde 1955 me hice fotógrafo, primero buscando una vía para vivir, luego me enamoré de mi trabajo, y hasta hoy estoy activo.
Comencé haciendo retratos de bodas y quince y... en esos trajines me incorporé a la lucha contra Batista en mi pueblo natal, Cabaiguán, actualmente en la provincia de Sancti Spíritus. Eran tiempos muy duros para la juventud cubana, la Revolución se hacía cada vez más fuerte y la represión más descarnada y cruel, entonces no tenía perspectivas de vida y el futuro era incierto.
Recuerdo el momento en que conocí a Camilo Cienfuegos, fue en 1958, cuando el movimiento 26 de julio nos reúne y plantea la necesidad de reforzar la Columna 8 Ciro Redondo, todos los que estábamos allí nos incorporarnos.
Luego, en la Comandancia de Cabaiguán, el Che envía a Camilo varios combatientes y armamentos. Al frente iba Ángel Frías, y me dice: “Vamos a Yaguajay, e inmediatamente salimos para allá. Al llegar Camilo Cienfuegos y otros compañeros nos esperaban, recuerdo su saludo: un fuerte abrazo y una gran sonrisa, característica en él hasta en los momentos difíciles. Así conocí a este gran hombre.
Muchas fotos suyas me han impresionado, la que está de pie cuando la Toma de Yaguajay, en la que participé con él, la de su rostro en Ciudad Libertad, y una en la que está con nuestro invicto Comandante en jefe Fidel Castro, que recorrió todo el mundo, a propósito del Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Tengo muchas historias que ahora rememoro. En una ocasión, iba con Camilo para Trinidad, en realidad, yo nunca había montado avión, y sin intención alguna me quedo atrás con mi maletín de cámaras y Camilo me mira y dice: ¡Vamos, fotógrafo, sube! No tengas miedo, soy yo el que va a pilotear el avión! Te confieso que en ese momento se me subió la sangre a la garganta, ¡qué miedo!, pero a la ves me sentía seguro con él.
Una pérdida irreparable
Cuando Camilo desapareció yo trabajaba en la revista Verde Olivo, de inmediato, el escuchar la desagradable noticia, nos movilizamos y fuimos en su busca, recorrimos los cayos de la costa sur, siempre buscando algún indicio de avión u otra cosa.
Una pérdida irreparable
Cuando Camilo desapareció yo trabajaba en la revista Verde Olivo, de inmediato, el escuchar la desagradable noticia, nos movilizamos y fuimos en su busca, recorrimos los cayos de la costa sur, siempre buscando algún indicio de avión u otra cosa.
Todos sabíamos que en esa misión éramos amigos y compañeros de él. Enfrentamos con firmeza el momento cuando al cesar su búsqueda Fidel habló para el pueblo. Fue terrible, muy duro, nunca pude acostumbrarme a su pérdida, es irreparable, era joven, pero con un corazón que no le cabía, de gran grande, en el pecho. Había mucha tristeza en los rostros de todo el pueblo.
En ese momento recuerdo las palabras del Che cuando expresó: “en esta lucha se muere o se triunfa si es necesario”, paro la muerte para este hombre tan grande no nos pasa nunca por la mente, él vive siempre en nuestros corazones, en la obra de la Revolución.
El ejemplo indestructible de Camilo me ha acompañado siempre, fundamentalmente cuando aprecio los logros que tenemos en lo referente a la Batalla de Ideas, entonces viene su recuerdo a mi mente, era un hombre de una gran estatura moral.
La juventud de hoy es maravillosa y está al igual que la de ayer al frente de las diversas tareas que la Revolución les convoca, pero les digo que siempre piensen en Camilo, ese hombre de gran valía que dibujó con sus flores su sonrisa en el mar.