No hay dudas de que la palabra solidaridad, en sus disímiles
acepciones toma cuerpo cuando la necesitamos y esto lo vemos a diario en Cuba. Cuando año
tras año algún evento meteorológico amenaza con robarnos la tranquilidad, ahí salen miles de manos cubanas y abren las puertas de sus hogares para recibir
a quienes no poseen las condiciones necesarias para enfrentar un
evento de tal magnitud.
Porque así somos los cubanos. Tan solidarios que aunque
estemos cansados, o hayamos regresado
recientemente de un largo viaje, le tendemos la mano al amigo, al vecino, al
hermano... Por muy difíciles que sean las condiciones en que se encuentren
nuestros coterráneos, los cubanos siempre derrochamos solidaridad. Los cubanos
somos así, no creemos en desalientos, creemos
en el hombre, en lo mejor de la humanidad.
A los cubanos nos sobra solidaridad. Ser solidario es mucho
más que ser cubano. Es un deber y una
obligación llevarla por doquier en nuestros corazones, ella va más allá de cualquier
frontera geográfica, es nuestra razón, nuestra pasión. Y es que los cubanos somos así, amistosos, solidarios… Nos ayudamos
en las buenas, en las malas y más si
los vecinos están de por medio.
El huracán Sandy a su paso por Cuba se llevó el gozo de
muchos cubanos para dejarnos el dolor,
la tristeza, el desaliento, el vacío…. Sin embargo, no pudo llevarse la fuerza de
este sentimiento tan noble que es la amistad. Sabemos que nos dejó
lluvias y desastres dantescos por donde pasó, sin embargo, no pudo llevarse esa gran virtud
que es la solidaridad humana.
Los cubanos tenemos la virtud de ayudar y hacer realidad los sueños de nuestra gente tan solo con una mano, un gesto,
una mirada tierna. En Guantánamo al igual que en el resto de la región oriental, Sandy
dejó mucho trabajo por hacer, sin embargo, desde todas las provincias del país
nos llega la ayuda para satisfacer las necesidades más urgentes. Sin dudas, nadie
quedará desamparado en este momento.
Aún Sandy no había
salido de Cuba y estábamos en plena recuperación. Ya algunas familias a las que se les había
derrumbado el techo, lograron resarcir los daños y todo con la ayuda de los
familiares y amigos. Estamos claros de que vivimos en una Isla y por ello, inevitablemente, los ciclones seguirán azotándonos, unos con más intensidad que otros. Ahora bien, de lo que sí podemos estar seguros es que siempre contaremos con la
solidaridad humana, esa que hoy se ha convertido en un huracán más inmenso que
Sandy.