Su llamada hizo que saliera de casa de mi madre hacia la mía. Al otro lado
de auricular, la voz de Miriam Asín, una amiga de los años, me decía: Oye, ven
para tu casa que te estoy esperando. Espérame ahí, le dije… Ver a mi amiga junto a su hijita, me dio
tremendo alegrón. Como siempre y esta
vez cercano al día del Educador, nuestra conversación, nos hizo trasladar hacia
La Bamba,
localidad del municipio de Yateras en Guantánamo, donde inicié mi vida laboral
como profesora de Español – Literatura.
No saben ustedes cómo recuerdo a todos mis primeros
compañeros de trabajo. Los repaso en mi mente a uno por uno, Miriam Asín, mi amiga de marras, es profesora
de la Escuela Pedagógica
e Instructores de Arte, a Mercedes
Guerra, dirigente de la Dirección Provincial
de Educación, a Teresa, a Gueilin, Ale Repilado,
Noel Avilés, Ruperto, Chely…, amigos, son tantos nombres y tanta gente linda con
quienes no fue difícil convivir y compartir los lindos momentos en la escuela
al campo.
Hoy los veo por doquier, en todos enseñanzas: prescolar, primaria, especial,
secundaria, técnica profesional, adultos, universitaria, los veo hasta en los rincones recónditos dentro y fuera de Cuba. Ellos están allí, donde
realmente son más útiles, ofreciendo su
sabia y haciendo realidad las ideas de José Martí, cuando expresó que: Educar
es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido: es hacer
a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive.
En los rostros de mis amigos, educadores por siempre y ante quienes inclino mi frente, veo a otros que a lo largo de más de medio siglo han tenido la noble misión de llevar educación hasta los más recónditos lugares de Cuba y el mundo. Y es tan alta y hermosa su responsabilidad social, que este 22 de diciembre cuando celebran su día, continúan siendo huellas imborrables de la sociedad.