Hoy dijo adiós a la vida Angel Iñigo, el creador del zoológico de
Piedras, único de su tipo en el país y el mundo, quien a fuerza de sudor y
empeño, asombró a toda Cuba cuando sacó a la palestra pública su obra
artística, concebida a golpe de cincel, hacha, barreta y martillo.
Fue
en la finca San Lorenzo, perteneciente a la familia Castellano, donde Iñigo
se percató de que poseía la materia prima para crear algo novedoso.
Entonces, con los recuerdos de su padre quien le enseñó a modelar en
barro y madera, se le ocurrió la idea de dar forma a las piedras y
esculpir más de 500 obras teniendo en cuenta el ambiente en que viven
estas especies.
Cuentan
que él mismo opinó que cuando empezó a dar vida a los animales, lo
tildaban de loco. “Yo era un campesino, mi trabajo era arar en los
surcos, así que cuando cogí los cinceles y empecé a moldear la piedra,
me miraban raro, me decían loco y que volviera a lo mío que esos muñecos
no me iban a dar nada, fui desconocido por mucho tiempo”.
Claro,
jamás se había visto en parte alguna, un zoológico con casi todas las
especies de animales hechas de piedras sumergidos en una selva tropical, diseñada por este campesino con alma de escultor, nacido el 25 de
diciembre de 1935 y quien desde los cinco años mostró gran inclinación
por el modelado de figuras, fundamentalmente de los animales.
Elefantes,
serpientes, ratas, gallinas ponedoras, pavorreales, perros de caza,
aves de corral, lagartijas, rinocerontes, canguros, leones, monos…,
entre otros animales, son los protagonistas de este Zoológico que a
diferencia de los demás, no emiten sonidos propios.
Y esa es la virtud de Angel Iñigo Blanco, quien junto a su hijo, dejó su obra entre las montañas guantanameras, devenidas praderas africanas. Allí, donde sólo queda el consuelo de mirar tu obra y respirar, estarás en el eterno recuerdo sólo interrumpido por el sonido del golpe del buril sobre tus piedras.