Entre las lomas de Boquerón de Yateras, en la provincia de Guantánamo, existe un lugar de obligada visita: El Zoológico de Piedras, situado en un espacio natural surgido de las sagaces manos del escultor Ángel Iñigo Blanco y cuya labor comparte con el hijo del mismo nombre.
A fuerza de sudor y empeño, el mentado campesino yaterano, asombró a toda Cuba cuando sacó a la palestra pública su obra artística, concebida a golpe de cincel, hacha, barreta y martillo. Claro, jamás se había visto en parte alguna, un zoológico con casi todas las especies de animales hechas de piedras.
A diferencia de los demás Zoológicos que existen en Cuba y el mundo donde se exhiben los animales en un ambiente completamente natural, en el de Piedras de Guantánamo, los protagonistas no emiten sonidos propios. Allí, entre las montañas guantanameras, devenidas praderas africanas, sólo se escucha sobre la piedra, el golpe del buril, resultado de la rica imaginación de sus realizadores.
Elefantes, serpientes, ratas, gallinas ponedoras, pavorreales, perros de caza, aves de corral, lagartijas, rinocerontes, canguros, leones, monos…, son algunas de las alrededor de 450 piezas logradas gracias al ingenio y la voluntad de estos dos Ángeles de la piedra.
Más de dos kilómetros y más de 200 escalones aguardan a los transeúntes que vienen en busca de esta maravilla natural, orgullo de los guantanameros. Y por si fuera poco, allá, en lo alto de la montaña, es sorprendente encontrar la armonía entre estos animales que cuidan con celo el entorno donde viven y se desarrollan. Verdadero asombro y belleza en un ambiente rico y natural.
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