Más allá de La Farola, del sol, ríos y playas, se erige Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa, primera villa fundada el 15 de Agosto de 1511 por Diego Velázquez, donde fija su residencia y la convierte en la capital política y eclesiástica de Cuba muy demandada por los visitantes de la Isla.
La historia de Baracoa, primera capital y obispado de la mayor de las Antillas, comienza con la llegada de Cristóbal Colón, el 27 de noviembre de 1492, quien, admirado por su natural belleza, escribe en su Diario: la más hermosa cosa del mundo [...] Andando por ella fue cosa maravillosa ver las arboledas y frescuras, y el agua clarísima [...] que dice que le pareció que no quisiera salir de allí.
De aquel suceso histórico, existe la Cruz de la Parra colocada por el Almirante, única que existe de las 29 colocadas por Cristóbal Colón durante su viaje por América y que se encuentra en la iglesia parroquial de Baracoa, primera capital de la Isla Grande, está situada al noroeste de la provincia de Guantánamo, entre las bahías de Baracoa y Miel.
Su nombre, de origen Arauco, significa existencia del mar. El acceso por tierra se realiza a través del serpenteante viaducto La Farola, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana. Entre sus atractivos está El Yunque, Monumento Nacional de la Naturaleza y Símbolo de esta Ciudad.
Macizos montañosos dotados de una vigorosa vegetación de bosques vírgenes, pletóricos de flora y fauna endémicas, ríos cristalinos y playas rodeadas de uva caleta, almendros y cocoteros; hacen de Baracoa, la Ciudad Paisaje, una ciudad peculiar con relación a otros destinos naturalistas del país.
El centro histórico constituye Monumento Nacional. En la ciudad, aún se atesoran las evidencias del sólido sistema de fortalezas coloniales que la defendían del asedio de piratas y corsarios; entre ellas, los fuertes Matachín, sede del Museo Municipal; La Punta y Seboruco, los torreones de Joa y Caguase, y el Castillo de la villa, devenido en confortable hotel.
Resulta sorprendente el exotismo paisajístico de Baracoa, complementado con 82 kilómetros de costas con 14 de playas, los tibaracones, barras acumulativas de arena en la desembocadura de los ríos, entre ellos el Toa - más caudaloso de la Isla - , el Yumurí, que dio origen a uno de los cañones fluviales más hermosos del planeta y el Miel, en cuyas corrientes se entreteje la leyenda de que: " Quien se baña en sus aguas se queda por siempre en esa mágica ciudad".
Llega a sus 499 añosy aún la ciudad de Baracoa mantiene su trazado urbano original y la arquitectura de madera sello peculiar de la primera villa, además de la belleza inigualable que descubriera Colón: la dulzura y sencillez de sus pobladores y la rara hermosura de una urbe entre montañas, ríos y una exuberante vegetación.
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