El 8 de enero de 1959, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, al
frente de su columna guerrillera “José Martí”, entrada por la puerta
principal del campamento de Columbia, sede del Estado Mayor General del
Ejército recién derrotado. Allí, el líder
de la Revolución Cubana encontraba entonces una tropa amilanada, pues
sus generales fugitivos de la justicia, escaparon en su mayoría hacia
los Estados Unidos, donde encontraron asilo junto a sus encubridores,
políticos corruptos de la tiranía batistiana.
No hubo ni un solo insulto contra el rendido ni una sola frase
que lesionara la dignidad de aquellos soldados y oficiales que le
escuchaban. La entereza de Fidel Castro, desde los días en que fuera
juzgado por los sucesos del Moncada, le dio el prestigio para
distinguir entre los uniformados que sirvieron a una causa injusta y
los que vivían con sus manos manchadas de sangre.
“(...) Es momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha
sido derrocada. La alegría es inmensa, sin embargo, queda mucho por
hacer todavía. Así dijo en un momento de su discurso el Comandante. “No
nos engañemos creyendo que en lo adelante todo será fácil, quizás en lo
adelante, todo sea más difícil” decir la verdad es deber de todo
revolucionario”, prosiguió.
“Lo
primero es advertir al pueblo, porque hablándole al pueblo podemos
ahorrar sangre, porque aquí, antes de tirar un tiro, hay que llamar mil
veces al pueblo y hablarle para que, sin tiros, resuelva los
problemas”. Dijo para resaltar el papel fundamental del pueblo en la victoria
contra la dictadura de Fulgencio Batista.
“(…) la opinión pública tiene una fuerza y una influencia
extraordinaria (…) En la época de la dictadura la opinión pública no es
nada, pero en la época de la libertad la opinión pública lo es todo, y
los fusiles se tienen que doblegar y arrodillar ante la opinión
pública”. Sin dejar de mirar a su pueblo, al culminar esta frase, Fidel
volvió su rostro hacia Camilo Cienfuegos y le pregunta con una sonrisa
plena de confianza: “¿Voy bien, Camilo? -Vas bien, Fidel, le respondió
el Héroe de Yaguajay.
Así quedaba sellada la expresión que enalteció para la
Historia de Cuba la entrañable amistad entre el Héroe de Yaguajay y
Fidel Castro. La pregunta “¿Voy bien, Camilo?, era en ese momento la
interrogante que se le hiciera al brillante estratega guerrillero, a quien merecía la total confianza de Fidel.
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