Este 3 de febrero se conmemora el aniversario 53 de la entrada del
Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a Guantánamo. A propósito de la
ocasión, La guantanamera publica un testimonio que ofreciera la ya fallecida
Isabel Luisa Borges Giró (Cuchita), una de las mujeres a las que el
Movimiento 26 de julio en la provincia le asignara la responsabilidad de
recibirlo.
Isabel
Luisa Borges Giró es mi nombre, pero me dicen Cuchita, tengo más de 85 años de
edad y desde joven tuve una vida muy activa. Mis acciomnes asociadas a
la Revolución, trascienden desde que me alcé en La Tinaja de Cupeyal,
donde me incorporé a las fuerzas de Eloy Paneque y Efigenio Ameijeiras,
Jefe de la Columna 6, a la que pertenecía. A mis años, aún recuerdo el
día en que Fidel entró a Guantánamo.
El
3 de febrero de 1959, nos habíamos citado en el Salón Árabe de la
Sociedad Colonial Española, hoy Casa de Cultura Rubén López Sabariego.
Yo pertenecía a la brigada de primeros auxilios del Movimiento 26 de
julio en Guantánamo, dirigida por Margot Hernández Montes de Oca y
teníamos una misión que cumplir: Recibir a nuestro Comandante Fidel
Castro Ruz frente al parque José Martí de esta cuidad.
Todo
esta preparado para la ocasión. Recuerdo que en el Salón Árabe, había
ocho combatientes de la Revolución, ellos sujetaban una bandera cubana
gigante sobre la cual despetalamos alrededor de 50 docenas de radiantes,
luego la doblamos con los pétalos dentro y la colocamos encima de una
mesa grande de mármol para ahí, esperar al Comandante.
Estábamos
muy felices, eufóricos, sin embargo, era tanto pueblo en el lugar que
no dejaban avanzar al carro que ya se acercaba.Todo el pueblo
guantanamero estaba en las calles. Cuando vimos el auto enfrente a
nosotros, le recité una poesía dedicada a él y a Raúl, cantamos el Himno
Nacional y dedicamos frases de elogio y agradecimiento por el Triunfo
Revolucionario. Entonces Fidel nos miró y dijo: “Con mujeres como
ustedes, cualquier pueblo se libera”.
Con mucho esfuerzo, llegamos
junto al auto descapotable, lo recuerdo bien, por allí no se podía
caminar, qué manera de haber pueblo. Mi hija Zelma, de sólo 9 años, me
acompañaba en el inolvidable momento. La pequeña, al ver al Comandante
en Jefe, le preguntó por Celia y al saber que no venía en el recorrido,
entregó un ramo de gladiolos rosados que eran para ella, a Teresita,
segunda secretaria de Fidel, sentada entonces en el guardafangos del
vehículo. Fue una escena difícil de olvidar.
Fidel
levantó a mi hija y le pidió que lo acompañara en el recorrido desde el
parque José Martí hasta la Escuela de Comercio, hoy Escuela de
Economía. Los guantanameros estaban muy atentos y desde los balcones,
lanzaban frases revolucionarias y flores saludar al Comandante de la
Revolución. “Sujétate de la catana, no te sueltes”, le decía Fidel a mi
pequeña Zelma.
Cuando Fidel llega a los portales de la otrora Escuela Profesional de
Comercio, centro de luchas estudiantiles y de la presencia de Frank País
en Guantánamo, la concentración era más grande, centenares de hombres,
mujeres, niños, de todo un pueblo, esperaban a su Comandante. El
entusiasmo para recibir a Fidel en Guantánamo era indescriptible. Fue la
primera vez que Fidel entraba a esta ciudad, a la primera trinchera
antimperialista de Cuba. Fue también la primera vez que hablaba a los
guantanameros.
El
Comandante habló a los guantanameros sobre su preocupación por el
territorio que ocupa ilegalmente la base naval norteamericana, puñal
clavado en el corazón de todos los cubanos, de la difícil situación
económico-social, el desempleo, los bajos salarios de los campesinos y
obreros, la prostitución y de la explotación de los campesinos que no
eran propietarios de tierra. Entonces anunció la aprobación de la Ley de
Reforma Agraria, reafirmando que un propósito supremo era cumplimentar
el Programa del Moncada.
No
supe hacia donde se dirigió Fidel una vez culminada la alocución, solo
sé que un jeep militar, llevó a mi hija a la casa y me conmovió mucho
cuando me dijo: “ Mamá, yo nunca había visto un rostro tan lindo como el
de Fidel, con el color rosado de su piel y el sudor de la frente,
parecía la concha de un caracol”. Ese día fue algo inolvidable para mí,
te lo aseguro…
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