Es difícil hallar la palabra exacta para definir la estatura moral de
un hombre como él, lleno de virtudes y coraje. Tenía tan solo 27 años y
ya ese héroe nacido del pueblo se había impregnado en muchos de nuestros
corazones. Solo basta su nombre, Camilo Cienfuegos Gorriarán,
para resumir la identidad del cubano: jaranero hasta en los momentos
difíciles, alegre, valiente, natural…; cualidades que ratifican la frase
que diría Fidel Castro tras su pérdida el 28 de octubre de 1959: “…en el pueblo hay muchos Camilos”.
Solidario, amigo y muy preocupado por sus compañeros, era Camilo unhombre de talla incuestionable. Surgido del pueblo, disfrutaba de una convicción y un poder seductor tan inmenso que logró atrapar en sus madejas al argentino Ernesto Che Guevara, para anidar por siempre una amistad, tan profunda, que con el tiempo se convertiría en una epopeya. Realmente, demostró lo que era: un hombre excepcional en todo momento.
Revolucionario de pies a cabeza, Camilo tenía dos corazones: uno para la Patria y otro para el amor. Fue, además, un modelo insuperable de combatiente y vanguardia, hombre de pensamiento antiimperialista. Un amigo cabal, de sentimientos y de corazón. Ese era Camilo, un Camilo hoy multiplicado en varias generaciones de cubanos.
Caracterizaba el rostro del Señor de la Vanguardia, una linda sonrisa y aquella larga cabellera que lo certifica como al más común de los milicianos. Por eso, en cualquier rinconcito de esta isla caribeña, en una cooperativa de producción agropecuaria, un centro de trabajo, en las universidades cubanas, en lo alto del Pico Turquino, encontramos a hombres desconocidos, humildes, carismáticos, jaraneros y tan revolucionarios que, como Camilo, defienden su
Patria desde cualquier trinchera.
Cuando veo a los pioneros y al pueblo echando las flores al mar para homenajearlo, idea que abrazara Ernesto Guevara, quedo detenida mirándolas nadar desde la orilla en busca del mar abierto. Y hasta ese sitio verde azul que lo guarda en nuestra memoria llega el homenaje de su pueblo que lo recuerda, porque suentrega total nos brinda el aliento para inmortalizar la obra de la Revolución.
Hoy quiero recordarlo preocupado como siempre por los problemas de la gente e identificado con ellos, rasgos que confirmaban su personalidad; definida por su optimismo, alegría, valor y, sobre todo, por su amor absoluto al pueblo de donde salió. También prefiero recordarlo a través de los dibujos de niños y niñas: con el sombrero alón, o imaginarlo en aquel juego de pelota famoso donde dijo: “Contra Fidel, ni en la pelota”. Ese es el Camilo que recordamos.
Camilo está presente en cada hombre y mujer de su pueblo. Cuando Cuba ha pasado tiempos difíciles, ahí ha estado él, multiplicado en la juventud, en el campesinado laborioso, en quienes hacen Patria desde las fábricas, en el estudiantado preparando el futuro, en cualquier ciudadano cubano que desde su trinchera apoya el proceso revolucionario.
Cuando pensemos que el camino se hace largo y difícil recordemos su ejemplo, como el hombre genial que entró en la historia de Cuba para quedarse y quien jamás, ni en momentos espinosos, perdió la fe; esa fe que hoy mantiene el pueblo, porque en él hay muchos Camilos.
Solidario, amigo y muy preocupado por sus compañeros, era Camilo unhombre de talla incuestionable. Surgido del pueblo, disfrutaba de una convicción y un poder seductor tan inmenso que logró atrapar en sus madejas al argentino Ernesto Che Guevara, para anidar por siempre una amistad, tan profunda, que con el tiempo se convertiría en una epopeya. Realmente, demostró lo que era: un hombre excepcional en todo momento.
Revolucionario de pies a cabeza, Camilo tenía dos corazones: uno para la Patria y otro para el amor. Fue, además, un modelo insuperable de combatiente y vanguardia, hombre de pensamiento antiimperialista. Un amigo cabal, de sentimientos y de corazón. Ese era Camilo, un Camilo hoy multiplicado en varias generaciones de cubanos.
Caracterizaba el rostro del Señor de la Vanguardia, una linda sonrisa y aquella larga cabellera que lo certifica como al más común de los milicianos. Por eso, en cualquier rinconcito de esta isla caribeña, en una cooperativa de producción agropecuaria, un centro de trabajo, en las universidades cubanas, en lo alto del Pico Turquino, encontramos a hombres desconocidos, humildes, carismáticos, jaraneros y tan revolucionarios que, como Camilo, defienden su
Patria desde cualquier trinchera.
Cuando veo a los pioneros y al pueblo echando las flores al mar para homenajearlo, idea que abrazara Ernesto Guevara, quedo detenida mirándolas nadar desde la orilla en busca del mar abierto. Y hasta ese sitio verde azul que lo guarda en nuestra memoria llega el homenaje de su pueblo que lo recuerda, porque suentrega total nos brinda el aliento para inmortalizar la obra de la Revolución.
Hoy quiero recordarlo preocupado como siempre por los problemas de la gente e identificado con ellos, rasgos que confirmaban su personalidad; definida por su optimismo, alegría, valor y, sobre todo, por su amor absoluto al pueblo de donde salió. También prefiero recordarlo a través de los dibujos de niños y niñas: con el sombrero alón, o imaginarlo en aquel juego de pelota famoso donde dijo: “Contra Fidel, ni en la pelota”. Ese es el Camilo que recordamos.
Camilo está presente en cada hombre y mujer de su pueblo. Cuando Cuba ha pasado tiempos difíciles, ahí ha estado él, multiplicado en la juventud, en el campesinado laborioso, en quienes hacen Patria desde las fábricas, en el estudiantado preparando el futuro, en cualquier ciudadano cubano que desde su trinchera apoya el proceso revolucionario.
Cuando pensemos que el camino se hace largo y difícil recordemos su ejemplo, como el hombre genial que entró en la historia de Cuba para quedarse y quien jamás, ni en momentos espinosos, perdió la fe; esa fe que hoy mantiene el pueblo, porque en él hay muchos Camilos.