Esta frase, sin dudas, está asociada a una leyenda de amor relacionada con una joven francesa que había llegado desde la cercana isla de Haití y un indio taíno. La adinerada familia francesa se opuso de inmediato a cualquier tipo de relación en ciernes, conveniencias sociales y financieras hacían de aquel amor algo impensable e irrealizable.
Pero como el amor es la fuerza que mueve la tierra y la separación de la pareja era inminente, decidieron encontrarse por última vez en medio de la noche, aliada y confidente de los enamorados, lográndose así el milagro de mantenerse unidos y fieles por toda una vida a la entrega de las dulces aguas del Miel en una apacible noche de luna llena.
Sigue conmigo este recorrido por uno de los ríos más caudalosos de Baracoa, disfruta de este paisaje tan lindo, tan natural, tan sorprendente que hoy pongo a disposición de mis lectores...
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