Una
palabra basta para estimar lo que representó la visita del
antiterrorista cubano Fernando González Llort a la provincia de
Guantánamo. Pisaba la tierra del Guaso y tras la sencillez que envuelve a
este hombre de pequeña estatura y hablar prudente pero seguro, estaba el gigante de mirada firme, dureza de carácter, inteligencia y arrojo para seguir luchando por sus hermanos aun prisioneros en cárceles de los
Estados Unidos.
En
Guantánamo recorrió varios sitios de interés histórico, sociales,
estudiantiles. Acá dejó su impronta y su recuerdo entre los estrechones
de manos, las lágrimas y las alborotadas risas de los niños, niñas y
jóvenes con los que tuvo la oportunidad de compartir. En esta la primera
trinchera antiimperialista Fernando dejó su corazón.
Durante
su recorrido fue a Caimanera, el municipio más pequeño del país con una
extensión de 360,58 Km2 (incluyendo el área de 117,6 kilómetros
cuadrados del territorio nacional de Cuba, ocupados por una Base Naval
Norteamericana). Visitó además el Hotel y compartió con los trabajadores
de la Unidad Empresarial de Base Salinera Guantánamo, quienes tributan
al país, la totalidad de sal que consumen los cubanos.
Fernando González Llort estuvo en el Zoológico de Piedras, único de su
tipo en el mundo y allí quedó atrapado entre la belleza de su entorno.
También subió sus escalones y disfrutó del silencio de los únicos
animales que en una pradera, no emiten sonidos naturales.
Hasta Playita de Cajobabo llegó el antiterrorista cubano, subió
lomas y presenció las enormes rocas y farallones que le perdonaron la
vida a nuestro José Martí aquel 11 de abril de 1895. Estuvo el lugar
sagrado de la Patria y allí prometió que sus hermanos de lucha también
llegarían hasta este sitio, para agradecer a todo el pueblo cubano las
acciones que han realizado por la causa de Los Cinco durante estos más
15 años de injusto encierro.
El viaducto La Farola vio llegar al héroe a Baracoa y el museo Fuerte Matachín, sitio que ilustra el devenir de la Primada de Cuba, le abrió las puertas a la ciudad.
Ahí se interesó por La Rusa, bailarina y cantante que, huyendo de la
Revolución de Octubre, vagó por medio mundo hasta encontrar el sitio
perfecto donde retomar su vida en paz: Baracoa, por la doctora Enriqueta
Faber , quien ejerció la medicina en Baracoa en pleno siglo XIX vestida
de hombre y por la presencia del ferrocarril en el extremo nororiental
cubano.
Un
instante memorable fue para Fernando, el abrazo a Lesbia Labañino, tía
del antiterrorista Ramón y la promesa de luchar hasta que él y los demás
compatriotas presos injustamente en Estados Unidos regresen a la
Patria. No le faltó al héroe el paseo por la ciudad y contemplar la
belleza natural del entorno de la Primera en el tiempo a través de un
paseo por el río Toa, el más caudaloso del archipiélago cubano.
Fernando
González Llort, estuvo Guantánamo, fue a muchos sitios que no conocía,
igual le quedaron otros para una próxima vez. Con su visita quedó el
extraordinario cariño de él hacia los guantanameros. Quedó el amor de
quienes tuvimos la dicha de verlo de cerca, de tocar al hombre de carne y
hueso, de mirar en su mirada profunda, de disfrutar de ese abrazo, que
es el abrazo de toda Cuba por su héroe, el abrazo por esos héroes que
luchan toda la vida, y que como Fernando, son los imprescindibles.
Fernando compartió varios días con los guantanameros y solo puedo
decirle: Gracias…
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