Cada tercer domingo de junio se celebra en Cuba el Día de
los padres. La primera celebración de la fecha en Cuba tuvo lugar el 19 de junio de 1938 a
pedido de una mujer, la escritora y
artista Dulce María Borrero, quien abogó por la generalización en la Isla del
homenaje porque el padre, suele ser tan suave, mimoso y dedicado como la más
adorable de las madres.
Por eso, no comparto la discriminatoria idea de que madre
es una sola y padre, cualquiera. Porque el ser papá, tiene tanta
responsabilidad como el ser madre. Sino… ¿Quién renunciaría a la felicidad de
llevar a su bebé dormido hasta su camita, a recibir su tierna mirada, a oír sus
primeras palabritas?...
Estoy segura que nadie se arriesgaría a perder este
momento tan sublime.
Los padres no por su naturaleza de hombres fuertes
carecen de la posibilidad de sufrir. Ellos, al igual que las madres, sienten,
padecen, sueñan, anhelan, fundan, crean, lloran por dentro, y hasta por
complacientes, tratan de escribir los sucesos de la historia no contada, oculta
en los espacios inimaginados.
Desde hace unos años la vida ha cambiado y con ella, la forma diferente de ser papá. Esto no significa que los padres de hace más de veinte años no fueran buenos, mi padre era un ser maravilloso, especial, era mi héroe, mi íntegro caballero dotado de una sensible armadura y dueño de un corazón tan, pero tan grande que no le cabía en medio del pecho. Era todo amor.
Hoy para suerte nuestra, los hijos cuentan con ambos padres para todo y, con diferentes peculiaridades, ayer, hoy y mañana, el padre ha sido, es y será un pilar en nuestra vida. Por tanto, agasajemos entonces al héroe de nuestros cuentos infantiles, a quien nos esperaba a la llegada de la escuela con un beso o un nuevo libro y digamos dondequiera que estén: ¡Felicidades, papá!…
Desde hace unos años la vida ha cambiado y con ella, la forma diferente de ser papá. Esto no significa que los padres de hace más de veinte años no fueran buenos, mi padre era un ser maravilloso, especial, era mi héroe, mi íntegro caballero dotado de una sensible armadura y dueño de un corazón tan, pero tan grande que no le cabía en medio del pecho. Era todo amor.
Hoy para suerte nuestra, los hijos cuentan con ambos padres para todo y, con diferentes peculiaridades, ayer, hoy y mañana, el padre ha sido, es y será un pilar en nuestra vida. Por tanto, agasajemos entonces al héroe de nuestros cuentos infantiles, a quien nos esperaba a la llegada de la escuela con un beso o un nuevo libro y digamos dondequiera que estén: ¡Felicidades, papá!…
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