Claudia, segunda de izquierda a derecha
Claudia, mi hija, comenzó este curso sus estudios en la Facultad de Medicina. Estaba deseosa porque llegara ese momento, lo evidenciaba el brillo de sus ojos negros que a la vez, mostraban felicidad y orgullo por iniciar su vida en esa enseñanza.
No fue una sorpresa en casa. Su determinación afloró cuando supo que no uniría su vida al arte tras siete años de estudios de piano y dirección coral. Entonces seré doctora, dijo hace tres años. Y con esta aseveración, comprendí que despertaba en ella la vocación médica que no es más que la firme idea de amar a las personas y luchar por ellas.
Comenzarás una nueva vida, le dijimos, atrás se dejan muchos amigos y amigas, los profesores del preuniversitario y otros que han marcado un significativo período en el desarrollo de tu vida. Pero a partir de este momento, te enfrentarás a esta otra etapa de la vida que te enriquecerá más y hará crecer.
Para Dalila, Claudia, Irene, Félix, Dailenis y Robin, también será una jornada de sorpresas. Vivirán muchas expectativas que, sin dudas, les resultarán inolvidables. Y como dicen que recordar es volver a vivir, invoqué el momento en que comencé mi carrera universitaria y enfrentaba entonces una nueva vida.
Nuevos desafíos les deparan a Claudia y a sus amigos, embargo, no hay nada más satisfactorio que ayudar a personas que realmente lo necesitan. Por que ser médico es, además, aportar calor, tranquilidad, salud, calidad de vida…, y todo esto se logra con el ejercicio de una profesión donde hay que aprender a amar desde la fidelidad, la responsabilidad y la dedicación.
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